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EL MEJOR POLANSKI, COMO SI FUERA CASSAVETES. Y con Christoph Waltz (el nazi de “Gloriosos bastardos”), Jodie Foster, ese secundario excepcional que es John C. Reilly y Kate Winslet, siempre eficaz

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“UN DIOS SALVAJE”, “CARNAGE” EN TELEVISIÓN DE CABLE, este sábado a las 22 y el domingo  a las 20,25 por I-SAT.

 

 

 

Roman Polanki sostenido por Chritopher Waltz, Kate Winslet, John C. Reilly y Jodie Foster. De Cinergética.com, Mexico.
Roman Polanski sostenido por Christoph Waltz, Kate Winslet, John C. Reilly y Jodie Foster. De Cinergética.com, Mexico.

 

 

 

 

 

POLANSKI NO ES CASSAVETES

 

 

 

Esas cosas tontas (que me recuerdan cómo es la vida)

 

 

 

Escribe
AMILCAR MORETTI

 

(fragmentos de la nota especial que escribí para la edición de este miércoles 1 de octubre del 2014, para el diario EL DIA, de la Argentina. www.eldia.com.ar)

 

 

 

 

                  john cassavetes de tv.rage.comHablo de “Carnage”, la película de Roman Polanski anunciada para sábado y domingo, basada en “God of Carnage” de Yazmina Reza. Una pieza teatral que en Broadway tuvo su versión con el desaparecido James Gandolfini y Jeff Daniels, y por Buenos Aires anduvo con Gabriel Goity, Fernán Mirás, María Onetto y Florencia Peña. Yasmina Reza es una escritora, actriz, novelista y dramaturga francesa, recuerda la enciclopedia popular, de padres de ascendencia judía, así: “su padre, medio ruso medio iraní; su madre, húngara”. En “Un dios salvaje” (recuérdese, “Carnage”), Polanski -a esta altura un “cabeza de turco”, la “víctima propiciatoria” para una evangelización norteamericana que tiene que ver con la esencia incestuosa que hizo estallar hace rato  a la familia como institución en ese país central- vuelve a “Repulsión” y “El inquilino”.

                             Lo mejor, sin duda, en estos días en la televisión de cable: “Un dios salvaje”, el mejor regreso del mejor Polanski, el más austero y el originario. Hay obras extraordinarias en su “etapa Hollywood”, “Barrio Chino”, lo más, demostración de que el cine de generosa producción puede ser también de autor. Pero el Roman Polanski anterior a todo lo desafortunado en la residencia de Jack Nicholson, esas trampas-patologías que traen los adornos fascinantes de Babilonia, que despiertan todos los demonios, antes de eso, el cineasta polaco que saludó con un “hasta luego” y nunca más volvió a su Polonia comunista, hizo en Gran Bretaña, en Francia y también en Nueva York (“El bebé de Rosemary”) grandes obras dramático-escénicas de la claustrofobia.

            Polanski no es Cassavettes pero maneja como casi ninguno las palabras y los gestos de humanos enfrentados-confrontados en un espacio, una habitación, un departamento. Alguna palabra que se dice y está de más, una expresión inoportuna, un movimiento no calculado, el hecho irrefutable y al cabo inocultable de que todo lo otro, la sociedad toda, uno mismo, el trabajo, el amor, los gustos y disfrutes, son fragmentaciones de un universo en que obliga a hacer primar la atomización: no hay forma de complementarse porque cada uno no tiene lo que al otro “le hace falta”, apenas, con suerte, tiene para sentirse medio completo” uno mismo. Y así debe intentarse estar lo mejor posible, con aceptable y tolerable grado de miseria neurótica, al decir de Freud. Si uno sobrelleva una discreta y soportable cuota de miseria neurótica, entonces “es sano”.

                            Polanski no es Cassavettes, más grande el último, más influyente. Indaga por su costado propio, una lateralidad que lo lleva a coincidencias con algo cassavetiano (el de los personajes encerrados en un espacio en que discuten y se desangran, o simplemente, viven su cotidiano). En “Carnage” encierra en un departamento a cuatro personajes, dos matrimonios, dos mujeres, dos hombres, dos esposas, dos esposos, y los pone a “acordar y arreglar”, mediante el “diálogo civilizado”, una diferencia entre los hijos de ambas parejas.

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                  No hay forma de complementarse porque cada uno no tiene lo que al otro “le hace falta”, apenas, con suerte, tiene para sentirse medio completo” uno mismo. Y así debe intentarse estar lo mejor posible, con aceptable y tolerable grado de miseria neurótica, al decir de Freud. Si uno sobrelleva una discreta y soportable cuota de miseria neurótica, entonces “es sano”.

 

 

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                          Pudo haber comenzado bien, pero no es así: desde el comienzo se sabe que no va a iniciarse ni tramitarse ni concluir bien. Todo mal, porque todo está mal desde antes: las diferencias sustanciales no pueden suavizarse ni siquiera disimularse cuando provienen de tan lejos y de conceptos tan distintos de vida. No hay arreglo posible: el único acuerdo o armisticio es tratar de absorber que las distancias y detalles son irreconciliables, y no todo tiene porqué coincidir o armonizar siempre. La vida no es armonía, la existencia humana se basa en el conflicto. Es conflicto (no implica violencia ni guerra). Digo: la existencia -al menos en el Oeste (occidente) se basa en lo dramático si no en lo trágico, como lo define el amigo Niestzsche que vuelve cuando los papeles y las papas queman. Sin tensión, sin ese equilibrio-desequilibrio inestable y flotante, la cultura entera del Oeste no tendría lugar. Y bueno, hasta tal vez la vida misma de los humanos sea del todo así: aceptar que la armonía de nirvana no es de aquí, no para nosotros.

 

 

 

Christoph Waltz y Kate Winslet. De Amfiamente blogspot.com
Christoph Waltz y Kate Winslet. De Amfiabamente blogspot.com

 

 

 

Autorretrato, setiembre 2014.
Autorretrato, setiembre 2014.

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