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En medio del catolicismo cerrado, godo, de España del 1600 parece ser que el EROTISMO, como otras veces, permanecía entre las preocupaciones centrales, o mejor decir, hervía en los pliegues ocultos, más escondido que el dinero y el poder. Al parecer, salvo los pobres y rústicos estaban privados del erotismo, un refinamiento del amor. En Madrid entre los siglos XVI y XVII, entre lo puritano, lo austero y la feroz censura, las nobleza coleccionaba en secreto pinturas de temas de la mitología greco-romana en versión decididamente sensual de pintores como el eximio Tiziano. Para que servían estas colecciones tan especiales como valiosas hoy en el Prado -¿cuál era su uso específico en más de un sentido?- no aparece del todo explicado pero puede imaginarse. En simultáneo, regía una censura y persecusión brutal contra todo artista local que se animara a un matiz erótico aún con el pretexto de tratar un tema mitológico propio de la Grecia o Roma antiguas. También, abundaban las colecciones privadas, fuera del ámbito de palacio de los reyes. Como dije, los pobres solo podían apelar a la Picaresca para sobrevivir y su vida sexual era absolutamente indigente, con -puede presumirse- inexistente erotismo y goce. Que el orgasmo es algo mucho posterior.
AMILCAR MORETTI