Esa mañana ví todas las venas de su cuerpo, al rayo del sol, junto a la ventana. Se veía bien, ella, la sentí bien, al mirarla. La cámara la reconoció. La mujer tatuada de mi bradbury, y contaba otras historias, incipientes. Es tan largo y complejo el relato, cada uno con el suyo, que me pregunto a cada rato, siempre, cómo se compone la novela. Suele suceder no entenderme con el lector, intérprete de las venas del cuerpo de la novela. Ella, la novela, otras veces se abre sola, se enoja consigo, y conmigo, y las páginas se multiplican, se caen, vuelan y es difícil rearmar la novela, más no sea otra novela.
AMILCAR MORETTI
No quiso decir nada que pudiese molestarlas. Pero cuando volvió a mirar, ahí estaban las muchachas, inmóviles bajo la lluvia, llorando. Lloraban con fuerza. Y el joven trataba de hacerlas callar tomándolas por los hombros y sacudiéndolas gentilmente, una a una; pero las muchachas, con los periódicos sobre la cabeza, y los labios temblorosos, y los ojos cerrados, y el rostro sin color, siguieron llorando, algunas a gritos, otras débilmente”.
RAY BRADBURY
Pág.72, “La carretera” en “El hombre ilustrado”. Minotauro, Buenos Aires, 1951-2018.
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