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«LA FAZ DE LA TEMPESTAD DEL ALMA ES UN RELÁMPAGO TRISTE: LA SONRISA.» ROBIN WILLIAMS, EL ACTOR,SU SUICIDIO

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«El carnaval del mundo engaña tanto,
que las vidas son breves mascaradas; 
aquí aprendemos a reír con llanto,
y también a llorar con carcajadas.»

 

Juan de Dios Peza

 

 

Robin Williams, se suicidó el lunes último (closeup-photo)
Robin Williams, se suicidó el lunes último (closeup-photo)

 

 

 

«Una vez, ante un médico famoso,
llegóse un hombre de mirar sombrío:
sufro -le dijo-, un mal tan espantoso
como esta palidez del rostro mío.»

(…)

«Me deja -agrega el médico- perplejo
vuestro mal, y no debe acobardaros;
tomad hoy por receta este consejo
“Sólo viendo a Garrick podréis curaros”.
-¿A Garrik? -Sí, a Garrick… La más remisa
y austera sociedad le busca ansiosa;
todo aquel que lo ve muere de risa;
¡Tiene una gracia artística asombrosa!
-¿Y a mí me hará reír? -¡Ah! sí, os lo juro;
Él sí; nada más él; más… ¿qué os inquieta?
-Así -dijo el enfermo-, no me curo:
¡Yo soy Garrick!… Cambiadme la receta.»

 

(fragmento de «Reír llorando (Garrick) – Juan de Dios Peza

 

 

(autor e la foto no reconocido. Si alguien puede aportarme algún dato, lo agradezco).
(autor e la foto no reconocido. Si alguien puede aportarme algún dato, lo agradezco).

 

 

 

 

 

Reír llorando (Garrick) – Juan de Dios Peza

Poema de Juan de Dios Peza inspirado en el actor y dramaturgo británico David Garrick. Aquí os dejo mi versión:

http://letransfusion.wordpress.com/2008/02/25/reir-llorando-garrick-juan-de-dios-peza/

 

http://www.box.net/shared/56sbp4zspd

 

 

 

REÍR LLORANDO

 

 

Viendo a Garrick -actor de la Inglaterra-
el pueblo al aplaudirlo le decía:
“Eres el más gracioso de la tierra,
y más feliz…” y el cómico reía.

Víctimas del spleen, los altos lores
en sus noches más negras y pesadas,
iban a ver al rey de los actores,
y cambiaban su spleen en carcajadas.

Una vez, ante un médico famoso,
llegóse un hombre de mirar sombrío:
sufro -le dijo-, un mal tan espantoso
como esta palidez del rostro mío.

Nada me causa encanto ni atractivo;
no me importan mi nombre ni mi suerte;
en un eterno spleen muriendo vivo,
y es mi única pasión la de la muerte.

-Viajad y os distraeréis. -¡Tanto he viajado!
-Las lecturas buscad. -¡Tanto he leído!
-Que os ame una mujer. -¡Si soy amado!
-Un título adquirid. -¡Noble he nacido!

-¿Pobre seréis quizá? -Tengo riquezas.
-¿De lisonjas gustáis? -¡Tantas escucho!
-¿Qué tenéis de familia? -Mis tristezas.
-¿Vais a los cementerios? -Mucho… mucho.

-De vuestra vida actual ¿tenéis testigos?
-Sí, mas no dejo que me impongan yugos:
yo les llamo a los muertos mis amigos;
y les llamo a los vivos, mis verdugos.

Me deja -agrega el médico- perplejo
vuestro mal, y no debe acobardaros;
tomad hoy por receta este consejo
“Sólo viendo a Garrick podréis curaros”.
-¿A Garrik? -Sí, a Garrick… La más remisa
y austera sociedad le busca ansiosa;
todo aquel que lo ve muere de risa;
¡Tiene una gracia artística asombrosa!
-¿Y a mí me hará reír? -¡Ah! sí, os lo juro;
Él sí; nada más él; más… ¿qué os inquieta?
-Así -dijo el enfermo-, no me curo:
¡Yo soy Garrick!… Cambiadme la receta.

¡Cuántos hay que, cansados de la vida,
enfermos de pesar, muertos de tedio,
hacen reír como el actor suicida,
sin encontrar para su mal remedio!

¡Ay! ¡Cuántas veces al reír se llora!
¡Nadie en lo alegre de la risa fíe,
porque en los seres que el dolor devora
el alma llora cuando el rostro ríe!

Si se muere la fe, si huye la calma,
si sólo abrojos nuestra planta pisa,
lanza a la faz la tempestad del alma
un relámpago triste: la sonrisa.

El carnaval del mundo engaña tanto,
que las vidas son breves mascaradas;
aquí aprendemos a reír con llanto,
y también a llorar con carcajadas.

 

Juan de Dios Peza

 

 

 

 

Por Samerry
Por Samerry

 

 

 

 

 

(autor no identificado. Si alguien posee algún dato, agradezco me lo haga llegar para consigarlo aquí)
(autor no identificado. Si alguien posee algún dato, agradezco me lo haga llegar para consignarlo aquí)

 

 

 

 

 

 

De Revista Esquire.
De Revista Esquire.

 

 

 

 

 

 

 LA MELANCOLÍA DEL HUMANO WILLIAMS Y DEL HUMANO SIN NOMBRE, TODOS, O CASI

 

Escribe

AMILCAR MORETTI

Medianoche del martes 12 de agosto del 2014, en La Plata, ciudad. Argentina.

 

 

 

          Copia de Perfil. amilcar moretti, 2012 P2250098Al principio, ayer a la tarde me dije que no sabía porqué razón me tocó el suicidio de Robin Williams, el actor. Me dije eso a mí mismo, como por fuera, pero creo que algo sospechaba y sospecho, oscuramente, de modo confuso, sin tenerlo claro aún esta medianoche de martes 12 de agosto. Nunca me gustó, nunca me conformó la actuación de Williams, no era ni es uno de mis preferidos. Siempre me pareció que se salia de norma, que se caía del marco, que desbarrancaba en lo innecesario, que se revolcaba fuera de lo que era requerido, como si necesitase demostrar -lo pienso ahora- que era más grande (gran actor) de lo que era, y por cierto reconozco que tenía su peso dramático. Pero algo o mucho en él me disgustó siempre como «sobreactuado» (¿sigue usándose el concepto?), como un abarrocamiento interpretativo que volcaba en el rococó, en el florilegio, en la fioritura sobreabundante, como el peor Vittorio Gassman, un grande grandísimo y otro sufriente de la depresión masiva y sus perros negros (¿William Styron?). Así que, me dije, no me ha «tocado» en el pecho su suicidio a causa de sentirlo como una gran pérdida en lo dramático interpretativo ficcional fílmico. No. No fue eso. No ha sido eso. 

              Fue otra cosa, otro asunto. ¿Cuál? Confieso que sigo sin tenerlo claro. Y aún así a medida que pasaban las horas desde el lunes la punzada en el pecho se me agudizó, finita y aguda, me acongojó. ¿Por qué acongojarme yo con el suicidio de Robin Williams? La sospecha, la mía, era y es que el punzón agudo era y es por lo que a mí me corresponde. Por la parte que a mí me toca. Puede ser. Es probable. Seguro, pero no lo sé. Y de eso está hecho el dolor por la muerte decidida por el otro desconocido: está hecho del no saber del todo, de sospechar pero de no saber con certeza. Que la depresión, repiten ahora. Y en dos días no hablarán más, evitarán con éxito recordar el fin de Williams. Pasa casi siempre. Algunos hasta quizás se atrevan a divagar sobre las irregularidades de la sinapsis entre los neurotransmisores del cerebro, y trivialidades, boludeces así. Frankenstenianos. Todavía no comprendieron nada d que el «problema» del padecimiento de la criatura del Dr. Frankenstein no era -ya en el siglo 19, al principio de la centuria- de neurotransmisores. ¿Son bobos o boludos? ¿Burros o hijos de puta? ¿Qué mierda les pasa a los que teorizan con esa genética cerebral eugenésima, nazi? ¿Qué carajo les ocurre, qué quieren? ¿Es verdad que aún creen que una droga va a crear felicidad o «comodidad» emocional por acelerar neuronas? ¿Piensan que ese era el problema del preocupado Sócrates, todo el día en la plaza pública tratando de ver cómo es la sustancia de la existencia humana y del lugar del humano en el cosmos? 

                    Y el dolor en el pecho, el lado de la zurda, del loco y pobre corazón, me duele. Me punza. ¡Que infarto! ¡Que coronarias! Sí, coronarias, pero el asunto central no son dos chorizos de más y el colesterol obstruyendo la arteria. Si fuese eso, que también lo es, ¡sería todo tan fácil! Si Robin Williams le daba a la merca y la botella como loco no era por su «degeneración de adicto», para trivializar como los ignorantes y los peligrosos de verdad, todos de uniforme. Es al revés, lo que viene desde antes, del nacer, desde antes del aparecer en este mundo, y no por genes, aunque la angustia después se haga gen. Es la angustia, ya prenatal, la que marca y te marca con la merca. Merca porque no hay banca para la vida. Porque la vida, al menos de cierta forma, no se banca, es imposible bancarla hoy, ahora, desde hace bastante tiempo. Y entonces, la merca, la adicción. Es la clara y lúcida adicción a la angustia, a la depresión, al spleen o splin llamémosla, la que lleva solito a la merca, como al fumadero de opio. Los que han visto mucho cine y del bueno, ¿olvidaron acaso el rostro final de feliz sonrisa o bonanza en la cara de Robert De Niro cuando se enchufa al fumadero de opio en la conmovedora y grandiosa escena final de «Érase una vez en América», del inolvidable tano Sergio Leone? ¿Lo olvidaron, no se acuerdan de verdad? Entonces son muy boludos o muy hijos de puta. No se puede ser otra cosa en esta cuestión, quizás la esencial de la vida humana, la principal cuestión de la filosofía, la única, sin necesidad del siempre citado Camus, que la dijo.

                           Y cuando digo que me duele lo del Robin Williams final no es porque me gustase como actor sino porque le entiendo lo que pasó, el camino por el cual fue caminando, imparable, inevitablemente, sin salida, sin alternativas. Y me hace acordar a un novelista amigo, también periodista, que se colgó de una viga de su hogar, y el medio de comunicación que lo quería no habló de suicidio. Rehuyó la mala palabra: ¿qué mierda nos pasa? ¿¡Qué mierda les pasa a todos!? ¿Qué quieren? ¿Cuál es el límite? Porque hay un límite. Y después vendrá lo más negro. Con neurotransmisores, con sinapsis o sin ella, con los IMAO, los tricíclicos o los recaptadores de  serotonina, dopamina y noradrenalina y tutti quanti, o sin toda esa retórica. 

                    A mí la congoja se me surgió un poco más cuando me avisaron del suicidio de Williams. Me atraganté. Se me retorció el gañote, no del todo, pero se me retorció. Y me queda la sensación de puntada. ¿¡Qué querés que te diga!? No tiene que ver con ser crítico de cine desde hace cuarenta años ni con que no crea del todo en la depresión como «mal cerebral»: Sí,  sí, ya sé, el nombre de hoy del mal melancólico, sadness, la bilis negra de la Grecia Clásica, el vicio absurdo de Virginia Woolf, el placer de estar triste para Víctor Hugo. ¿O resulta que Werther se suicida por los neurotransmisores fallados? ¿Era boludo Goethe? Algo pasa. Están pifiando. Nos están estimulando a no pensar. Y lo negro acapara todo. No va a ganar, me digo junto  a mi entusiasmo que me ladrillo todos los días, más por confianza en convicciones que por optimismo o razón. «No pasarán», como los franquistas fachos católicos en la Madrid social-republicana comunista. Pasaron, es cierto, y se quedaron hasta ahora. Pero no pasarán. ¿Se entiende? ¿Entienden? ¡O es que ya no se comprende una mierda? Y si es así, merecen entonces que los manden a la mierda, que se queden su mierda.

 

 

 

Dance me to the end of love

 

LEONARD COHEN 

Yota Moe

Actualizado en YOUTUBE el 15/6/2008

 

Leonard Cohen on Jools Holland Show

 

«Dance Me To The End Of Love»

 

 

Dance me to your beauty with a burning violin

Dance me through the panic ‘til I’m gathered safely in

Lift me like an olive branch and be my homeward dove

Dance me to the end of love

Dance me to the end of love

Oh let me see your beauty when the witnesses are gone

Let me feel you moving like they do in Babylon

Show me slowly what I only know the limits of

Dance me to the end of love

Dance me to the end of love

 

Dance me to the wedding now, dance me on and on

Dance me very tenderly and dance me very long

We’re both of us beneath our love, we’re both of us above

Dance me to the end of love

Dance me to the end of love

 

Dance me to the children who are asking to be born

Dance me through the curtains that our kisses have outworn

Raise a tent of shelter now, though every thread is torn

Dance me to the end of love

 

Dance me to your beauty with a burning violin

Dance me through the panic till I’m gathered safely in

Touch me with your naked hand or touch me with your glove

Dance me to the end of love

Dance me to the end of love

Dance me to the end of love

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