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Soy un convencido de que, en general, las modelos persisten por sus fotógrafos. Y las marcas. Hay allí una alianza: la marca pone el dinero pero es el fotógrafo el que define el estilo, no pocas veces por encargo, pero al fin y al cabo su estilo, su mirada, su cultura, su percepción del mundo. En 1992 el fotógrafo de moda Herb Ritts, consagrado, y hoy abominado por la fotografía «feminista», convirtió en inolvidable a la pequeña Kate Moss. La marca, Calvin Klein. La decisión final la tomó Fabien Baron, ejecutivo de la empresa. Herb Ritts había dado con la tecla. Después vinieron otros fotógrafos, en especial Mario Sorrenti, pareja de Moss. A partir de allí se impusieron las modelos con menos curvas y pechos más pequeños, el estilo chic, de algún modo de regreso a los años sesenta. La gran modelo, posiblemente de las mejores del último cuarto de siglo por su eterno rostro crispado, repitió la experiencia con la pareja Mert Alas y Marcus Piggott en la fotografía.
A.M.

Modelo: Aylén Ramírez.
