Las mujeres talle XXL o plus-size hace años que han sido incorporadas a la alta costura de la industria de la moda internacional. Bellezas de 100 kilos, en general altas, que basan su esplendor voluptuoso no solo en formas opulentas sino en cinco claves que suelo subrayar: la melena larga y flameante, envolvente, salvaje; los tacones altos; la boca en morro, húmeda, entreabierta, resaltada con rouge, que invite a morder; la mirada intensa, insinuante o lánguida; las manos y sus movimientos, con uñas largas, y -para el plus size- el realce de algunos cortornos llamativos, en especial de la zona media, las caderas, las nalgas, o bien el canal inicial del escote en el comienzo de los pechos. Con eso, es suficiente. Casi demasiado. La fantasía es que las chicas de volúmenes abundantes son cachondas, jugosas, cálidas, tiernas, acogedoras. Nada de gendarmes u oficial penitenciaria. Todo lo otro, como mucho de lo demás que circula, con músculos marcados y delgadeces de horas de gimnasio sugiere solo que la energía erotiza a la misma gimnasia y aparatos de fuerza, pajeriza el narcisismo básico de la mujer y no impulsa ganas de hacer el amor. La libido se corre de lugar. La erotización en estos casos suele ser nada más que paja, espejo en el baño y selfie en Instagram. Un fracaso.
AMILCAR MORETTI
Modelo: Roma (las observaciones de más arriba no implican en absoluto a la modelo de estas sesiones conmigo. Roma es bajita, compradora, astuta y aunque alardea de emancipación es experta en actitudes huidizas, tan notorias como hábiles y hasta cómicas. En el fondo, temor. La soltura para mostrar su cuerpo desnudo en cualquier posición, aún las más frontales, sin que yo lo pida, la convierte en una mujercita simpática y sorprendente en su estilo).