«A pesar de la sala sucia y oscura
de gentes, y de lámparas luminosas
-si quiere ver la vida color de rosa
eche veinte centavos de la ranura.
Y no ponga los ojos en esa hermosa
que frunce de promesas la boca impura.
Eche veinte centavos en la ranura
Si quiere ver la vida color de rosa.»
RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN
(Págs. 37 a 39, «Eche veinte centavos en la ranura», poema de «El violín del diablo» (1926). En «JUANCITO CAMINADOR». Selección de los mejores poemas a cargo de Jorge Boccanera. Editorial Ameghino. Buenos Aires, 1998)
(…)
«Cien lucecitas. Maravillas
de reflejos funanbulescos.
-¡Aquí hay mujer y mnzanilla!
-¡Aquí hay títeres y refrescos!
Pero sobre todo, mujeres
para los hombres de los puertos,
que prenden como alfileres
sus ojos, en los ojos muertos.»
(…)
«¡Qué lindo es ir a ver
la mujer,
la mujer más gorda del mundo!
Entrar con un miedo profundo
pensando en la giganta de Baudelaire…
nos engañaremos, no hay duda.
Si desnuda, nunca muy desnuda
si barbuda, nunca muy barbuda
será mujer.
Pero se momento de miedo profundo…
¡qué lindo es ir a ver
la mujer, la mujer más gorda del mundo!»
4 Comentarios
Esas sandalias me gustan más.
Buen poema.
Me parecen que todas las sandalias gustan, más, menos. Son los pies, el más antguo fetiche masculino (¿o femenino?)
Cierto, siempre son los pies. Aunque las sandalias o las más humildes chancletas, sugieren aquí una confluencia entre lo doméstico y la bella desnuda, que no es algo muy casero. Es una combinación bastante perturbadora. O me perturba a mi, qué se yo. No importa, me gusta igual.
Sí, no interesa. Lo esencial es que te «guste». Gustar,uno. Sentir Gusto, todavía, aún, pese a todo. Me parece que cuando se pierde el «gusto», cuando el «gusto» desaparece, uno se murió. Aunque ande por la calle caminando, muerto. Así que lo mejor es sentir GUSTO.