Hay mujeres, a veces, que una mañana aparecen durante el desayuno como volcán sofocado. La ebullición viene de lejos, se huele y ellas miran al cielo, o sea, la espera de lluvia. Tapan sus bocas pero rebosan lava, y la energía retumba dentro de ellas, fuera de ellas, como vuelo de hadas, como gira de brujas, todas juntas, entremezcladas entre silencios jadeantes, humedades de verano y gritos de la noche y de sol. Lobas dispuestas a amamantar. Los vecinos huyen, no toleran el aturdimiento del sueño y el derrame. Mujeres como montañas y colinas, se inflan y se aplacan, pero no, su respiración es fuerte. Enrojecidas las caras, esas mujeres desayuneras derraman líquidos, sus camisas se desnudan, mojadas, y los brazos abarcan toda la mesa, y también toda la tierra, y la disuelven. La zona rezuma.
AMILCAR MORETTI



