NATI, chica interesante, gran aporte, más fotos de ella
NATI YACE DESNUDA
EL MAGISTRAL MODELO ORIGINARIO
El ícono en herencia
LA MUERTE BARROCA
«Un cuerpo tapado y prohibido, a su manera, es también un paisaje». (…) «Sentir es peligroso».
AMANTES
Texto por
Andrea Restrepo y Adriana Cuéllar
29 / 06 / 2016
(Acl. Autor EROTICA DE LA CULTURA: así como me permití realizar algunas pequeñas correcciones ortográficas, subrayo que el texto original ha sido ilustrado con fotos de Francisco Escobar de, entre otros, algunas pinturas de Ramírez Villamizar)
Exposición
«Muerte barroca. Retratos de Monjas coronadas»
Autor: Curaduría de Alma Montero
Museo del Banco de la República (Bogotá. COLOMBIA)
(de 7 abril 2016 hasta 20 junio 2016)
“El habla delicada
Del amante que estimo,
Miel y leche destilada,
Entre rosas y lirios.
Su meliflua palabra
Corta como rocío
Y con ella florece
El corazón marchito”
Francisca Josefa del Corazón y Guevara (1671 – 1742).
«El Barroco planteó y llevó a cabo posturas radicales para buscar la salvación del alma. Los devotos europeos eran seducidos por el protestantismo al mismo tiempo que se descubrían tierras, tesoros y nuevos fieles en el continente americano. La luz convivía con la sombra, la salvación con el pecado. Visitar “Muerte barroca, retratos de monjas coronadas” es adentrarse en un mundo donde la vida se convierte en un camino de purificación y renuncia que permitirá, a la hora de la muerte, el encuentro con Dios: culmen, plenitud, inspiración y éxtasis.
«A medida que se recorre la exposición surge la pregunta por el tipo de vida que llevaron las retratadas y llevan hoy las mujeres en un convento. Entrar en una orden religiosa significa despojarse del nombre de nacimiento y adquirir uno nuevo; dejar a la familia, la vida pública, adoptar el silencio, limitarse al espacio del convento y restringir los placeres de la vida a lo que se permite dentro de sus paredes. Finalmente, es llevar por siempre el hábito, el vestido de novia con el que se recuerda la promesa de la unión con Jesús después de la muerte.
«La exposición ha sido, casi en su totalidad, enmarcada con molduras nuevas de madera. Esta homogenización y negación de las cualidades intrínsecas con las que se encontró o adquirió cada uno de estos retratos borra parte de la historia y su singularidad. Es un acto contundente que anula cualquier intento de individualización, situación que sucede también con las poses y hábitos de las mujeres retratadas.
«En “Muerte barroca” hay dos cosas que sobresalen, una es la postura casi idéntica de las monjas retratadas donde el ángulo de la mirada da a entender que el pintor no tenía acceso a la mujer sino a través de una única “ventana”. La otra son los cantos que las acompañan, «CeloSie», una composición musical realizada para la Iglesia de Santa Clara la Real en Tunja por Beatriz Eugenia Díaz (2005) como parte del salón nacional curado por Natalia Gutiérrez en ese mismo año.
«Podríamos hacer un símil entre el cuerpo como horizonte y paisaje que plantean las pinturas con la relación distante y prohibida que se tiene del cuerpo propio y ajeno dentro de las órdenes religiosas. El paisaje es visto a la distancia, desde un único ángulo, a lo lejos. Nos hacemos una idea de él desde el lugar en el que estamos. Esto implica mirar desde la distancia y tener una contemplación pasiva del mismo. No lo podemos oler, ni sentir. Un cuerpo tapado y prohibido, a su manera, es también un paisaje. Sin embargo, de este cuerpo restringido y anulado la exposición nos presenta una alternativa. El cuerpo que se transforma en canto. La voz supera los límites del espacio concreto, viaja, cruza muros y asciende. Queremos pensar en el cuerpo que canta como un cuerpo vivo, un cuerpo que siente, que vibra y esta vibración se transforma en éxtasis. Un cuerpo que sale de su restricción para ser voz, para devenir plenitud en el presente.
«Sin embargo, ¿Qué puede significar habitar un cuerpo prohibido? ¿Cómo vivir a la espera del encuentro con el ser amado que se dará con la muerte? Creemos que aún hoy muchas mujeres habitan uno cuerpo prohibido y restringido dentro y fuera del convento. Es la construcción cultural del miedo, de lo prohibido, de la contención y ´las buenas maneras’. Sentir es peligroso.
«Dentro de este espacio de muerte hay una particularidad que se da en algunas de las pinturas. Parece que han sido terminadas por las mismas monjas. Esto se puede ver por la manera como han sido pintadas las coronas de flores Hay unas donde es indudable que es el mismo artista quien las pinta, pero en otras hay un trazo nuevo, cuidadoso, dedicado. Este detalle nos hace imaginar que en este espacio de muerte hay cabida a la ternura y al cuidado. ¿Quién pintó estas flores? ¿Con cuánto esmero y dedicación? Estas flores hablan de unas manos que sienten y que protegen. ¿Podría pensarse entonces en un mundo compuesto por mujeres que se cuidan y protegen entre ellas? ¿Dónde puede haber amor y ternura? ¿Es acaso este una mirada romántica de un convento y de su encierro?
«Las flores tienen una vida única y diferente, un sentimiento cercano y amoroso que es quizás lo que pasa también en los retratos de monjas muertas que hace Ramírez Villamizar. En ellos la corona de flores se empieza a agrandar y extender, vuela, va creciendo como un río de pensamientos e ilusiones.
«Podría ser que la mirada a estas mujeres y espacios nos plantee muchas preguntas. Sin embargo ¿Será que todavía juzgamos y creemos que hay una única forma de amor, de sacrificio, de encierro o de ser mujer? Cuando en realidad lo que hay es una búsqueda incesante de la alegría de vivir y esta tiene muchas caras y matices.
Ver también:
https://www.periodicoarteria.com/monjas-en-los-conventos-68986
ELLOS ESTÁN MUERTOS. O SOLO LA IMAGEN VIVE