MIS TRABAJOS Y DÍAS

Porqué, hoy, una fin del mundo como la imaginada por Lugones en 1906. Texto e imágenes por AMILCAR MORETTI.

Google+ Pinterest LinkedIn Tumblr

Texto e imágenes por Amilcar Moretti
Agosto del 2023. En la ciudad de La Plata, al sur de BUENOS AIRES.

                     
                            NO DEBE EXTRAÑAR la reposición en estos días de un cuento de Leopoldo Lugones (1871 y 1938, suicidado), uno de los poetas -desgraciados o trágicos- más influyentes de la literatura argentina en las dos primeras décadas del siglo pasado. “La lluvia de fuego” apareció en 1906 con otros cuentos de miedo y, después, “fatales”. Autopercibido superior y no reconocido como pretendía, Lugones -hombre de cultura clásica- se hizo cargo entre nosotros del “modernismo” de Rubén Darío, quien lo presenta, y supone la traslación a nuestro subcontinente de la renovación literaria europeo-francesa de Baudelaire o Rimbaud.  Además de sus recargados poemas, barrocos, a menudo fastidiosos y plenos de neologismos y palabras distintivas por su desuso, Lugones también escribió cuentos de terror, ubicándose por aquí como un iniciador del género. El “sentimiento” de suicido parece haberlo rondado.

                               No es extraño, retomo, que ciertos climas de miedo y destrucción circulen a principios del siglo XX, cerca de 1910, el Centenario de la tradicional oligarquía de Buenos Aires. No lo es como no lo es hoy, en estos días, en Argentina. Entre otros asuntos y factores porque ahora circula similar temor, parecida incertidumbre, la intuición nublada de una época que termina y otra que adviene sin perfiles claros, aunque sí presentimientos oscuros, desconocidamente nuevos y dados a la exclusión cruel, probablemente sangrientos -la sangre, esa “partera de la historia”-, siniestros en la acepción freudiana, eso cotidiano e innombrable por su abyección, por ominoso, despreciable, entiendo.

                                       Algunos detalles históricos, y acaso circunstanciales, del principio de siglo lugoniano y este de ahora, 2023, que se desgranan amenazantes, ambiguos y en apariencia fatales. Detalles, apenas, tanto como para señalar a no avisados de sobreentendidos del “autobiográfico” paralelo que siento y trazo al boleo entre “La lluvia de fuego” de Lugones, “la final” por la destrucción repetida desde el Apocalipsis (final de Nuevo Testamento, en la Biblia cristiana), y “la lluvia de sangre” anunciada y prometida para restaurar e imponer un “orden” en sustancia de sacrificio y sufrimiento, salvo para los ricos.

                                         Cierto que “la final del mundo” bíblica afecta a todos, ricos y pobres, poderosos y débiles, y que esta “final” de hoy promete discriminar a los del oro y otros fascinados por “la buena vida”.  Estos últimos, una corte de crédulos e indiferentes convencidos detrás de una leyenda como la del flautista de Hamelin, alemana del 1200 llevada al cuento escrito por los hermanos Grimm por el 1800. “El que pueda entender, que entienda…” repite Juan por mandato superior una y otra vez, en la Biblia. (1)

Imagen compuesta por AMILCAR MORETTI en agosto del 2023. En la ciudad de La Plata, cerca de BUENOS AIRES.

                                Para Lugones El Final de Todo es por lluvia de cobre candente, que termina por incendiar y destruir una ciudad “pecaminosa”, decadente, de ubicación no precisada pero imaginable en  Gomorra (actual Palestina, otro Infierno). El relato lo hace un “bon vivant” retirado en su lujosa residencia con sus esclavos y ya dedicado solo a los goces de la lectura y la comida, la belleza de su lago, sus peces y sus pájaros. La sexualidad hedonista pertenece al pasado y las mujeres le suscitan “hastío”, aunque subraya que aborrece a los “hombres”, ya el género, ya la humanidad toda. Empero, en una breve recorrida por la ciudad en su último festejo por una fugaz recuperación de lo orgiástico y el “olvido” del vacío de la pura fisiología, no deja de subrayar un notable interés por la homosexualidad y el “circo del sexo” en que se funden humanos y animales fabulosos.  Hay algo puritano y de enmascarada perversión en lo que cuenta y critica cínico y a la vez escandalizado. Recordemos:

                       “Más numerosa que nunca, la gente de placer coloría las calles; y aún recuerdo que sonreí vagamente a un equívoco mancebo, cuya túnica recogida hasta las caderas en un salto de bocacalle, dejó ver sus piernas glabras (lisas, depiladas), jaqueladas de cintas. Las cortesanas, con el seno desnudo según la nueva moda, y apuntalado en deslumbrante coselete (coraza), paseaban su indolencia sudando perfumes. Un viejo lenón (proxeneta) erguido en su carro manejaba como si fuese una vela una hoja de estaño, que con apropiadas pinturas anunciaba amores monstruosos de fieras: ayuntamientos de lagartos con cisnes; un mono y una foca; una doncella cubierta por la delirante pedrería de un pavo real. Bello cartel, a fe mía; y garantida la autenticidad de las piezas. Animales amaestrados por no sé qué hechicería bárbara, y desequilibrados con opio y con asafétida (droga).
                          “Seguido por tres jóvenes enmascarados pasó un negro amabilísimo, que dibujaba en los patios, con polvos de colores derramados al ritmo de una danza, escenas secretas. También depilaba al oropimente (químico para pintar) y sabía dorar las uñas.

                            “Un personaje fofo, cuya condición de eunuco se adivinaba en su morbidez, pregonaba al son de crótalos (castañuelas)de bronce, cobertores de un tejido singular que producía el insomnio y el deseo. Cobertores cuya abolición habían pedido los ciudadanos honrados. Pues mi ciudad sabía gozar, sabía vivir. Al anochecer recibí dos visitas que cenaron conmigo. Un condiscípulo jovial, matemático cuya vida desarreglada era el escándalo de la ciencia, y un agricultor enriquecido. La gente sentía necesidad de visitarse después de aquellas chispas de cobre. De visitarse y de beber, pues ambos se retiraron completamente borrachos. Yo hice una rápida salida. La ciudad, caprichosamente iluminada, había aprovechado la coyuntura para decretarse una noche de fiesta. En algunas cornisas, alumbraban perfumando, lámparas de incienso. Desde sus balcones, las jóvenes burguesas, excesivamente ataviadas, se divertían en proyectar de un soplo a las narices de los transeúntes distraídos, tripas pintarrajeadas y crepitantes de cascabeles. En cada esquina se bailaba. De balcón a balcón cambiábanse flores y gatitos de dulce. El césped de los parques palpitaba de parejas”.
https://www.moretticulturaeros.com.ar/lluvia-de-fuego-lugones-y-ese-ciclico-malestar-del-fin-imagenes-por-amilcar-moretti/

 

Imagen compuesta por AMILCAR MORETTI. Agosto del 2023. En La Plata, a 50 kilómetros al sur de Buenos Aires.

                    En estos días que corren retomo la idea y sentimiento de “la fin del mundo”, nombrada así, en femenino, en 1910, cuatro años después de la publicación de “La lluvia de fuego” de Lugones. La expresión femenina -como quien dice “la calor”-fue recogida por un periodista porteño llamado Domingo Barisane (seguro, un pseudónimo), según relatan Lidia Parise y Abel González en su libro titulado, precisamente, “la fin del mundo”, editado por el legendario Centro Editor de América Latina en 1971. Fue el Nro. 67 de su colección “La historia popular” (2). El tal Barisane habría tomado la “noticia” de un diario de Nueva York que daba cuenta de algunas suposiciones del astrónomo francés Camilo Flammarion sobre el paso del cometa Halley cerca de la Tierra, con la presunción de que podría impactar en nuestro planeta o rozarlo, o bien que su cola inundaría todo de gases irrespirables. “La fin del mundo”, entre enero y mayo de 1910, cundió por Buenos Aires y buena parte del mundo. El 18 de mayo se acabaría todo. No fue así, como se sabe, aunque en el siglo  hubo sucesos que diezmaron millones de vida y esperanzas, desde dos guerras mundiales hasta el estallido de bombas atómicas en dos ciudades, estas últimas con cientos de miles de muertos y otro tanto de lisiados y herencias deformes.

                        En esos 138 días entre enero y mayo del 2010 -relatan Parise y González- se registraron 427 suicidios, algo más de tres muertos voluntarios por día. Solo en los 28 días del caluroso febrero hubo 40 suicidios. Entre ellos gente de prestigio social que dejó la vida anticipadamente por temor. Temor, desesperanza, desánimo, pesimismo y fantasías delirantes coincidieron, quizás no casualmente, con el Aniversario de la Oligarquía criolla. Claro, corrían también los fantasmas de revoluciones socialistas y anarquistas, la ola inmigratoria de la Europa pobre, la “gentuza” no esperada por los grandes ganaderos y latifundistas, las ideas igualitaristas concretadas en la Rusia de 1917, la proximidad de una Primera Guerra Mundial (1914), las sangrientas represiones de obreros reclamantes de nuevos derechos, la ola de innovaciones tecnológicas sorprendentes y géneros musicales subversivos como el tango orillero.

                 Cabía imaginar “la fin del mundo” en medio del esplendor, porque el que más tiene y cuida es el que más teme. Sabe cómo llegó hasta allí. En el origen del Capital hay un crimen. Y el Apocalipsis bíblico lo señala desde lo remoto, porque lo apocalíptico no es únicamente destrucción y fuego sino, sobre todo, “Revelación” (según su etimología del griego) y es por excelencia el anuncio de la Esperanza (3). Algo Nuevo que adviene sobre la decadencia y lo que ha cumplido su ciclo en completa corrupción.

                  En estos aspectos, factores y sentidos es que adquiere razón el correlato entre el cuento de Lugones de 1906 (o su edición modificada de 1926), “la fin del mundo” de 1910 y estos comienzos y final del 2023, con el espesor de un trago amargo que quema, incendia, es negado y promovido por miedo, contiene sangre a correr y otras desgracias y no muestra clara su esperanza. Un ciclo oscuro en que celebran los pocos y muchos de siempre, con sus distintas máscaras de danza carnavalesca y de obscenidad exhibida por abyección (4).

 

(1) (3) Págs. 744-753. “Apocalipsis. La Biblia. El libro del pueblo de dios”. Tomo II. El Nuevo Testamento. Fundación Palabra de Vida. Edición autorizada por Conferencia Episcopal Argentina y Arzobispado de Buenos Aires.  Diario CLARÍN de Buenos Aires. Buenos Aires, marzo del 2004.

(2) “La fin del mundo”. Lidia Parise y Abel González. La Historia Popular. Vida y milagros de nuestro pueblo. Nro. 67. Centro Editor de América Latina. Buenos Aires, 1971.

(4) Abyección: https://www.espinof.com/criticas/anorando-estrenos-kapo-de-gillo-pontecorvo

Imagen compuesta por AMILCAR MORETTI. Agosto del 2023. En La Plata Ciudad, a 50 kilómetros al sur de BUENOS AIRES.

AMILCAR MORETTI
Escritor de periodismo. Crítico de cine, cultura y arte. Fotografía de autor de corporalidad femenina en situación de cotidianidad.
Autor y administrador del sitio web EROTICA DE LA CULTURA Magazine, desde el 2010
www.moretticulturaeros.com.ar
https://amilcarmoretti.wordpress.com/
Columnista con firma en el diario EL DIA de Argentina entre 1968-1974 y 1980-2015
Jefe del Departamento de Fotografía y Video de la Gobernación de Buenos Aires entre 1975 y 1992.
Periodista acreditado de la Gobernación de Buenos Aires en la Oficina de Prensa de la Central de Policía provincial bonaerense entre 1975 y 1992.
Organizador  entre 1979 y 1984 del ciclo de cine arte de la AMIA (Asociación Mutual Israelita)
Miembro en Estados Unidos de la Red Ello.co: https://ello.co/amilcarmoretti-sings_moons

Escribir un Comentario