ES TIEMPO DE CANALLAS. TIEMPO DE CANALLAS EN MI PAÍS, ARGENTINA, EN MI GENTE, Y EN EL MUNDO. ¡Y NO ME DIGAS MÁS, POR FAVOR, QUE QUERÍAS VOTAR A STOLBIZER!!! ¡NO SE TE OCURRA REPETIRME ESO!!!
Veo que el 51% de los emiten sufragio en mi país eligen al electo y no piden disculpas. No están arrepentidos, aún después de un año de gobierno. Se cuidan de mostrar arrepentimientos, pero ocultan lo que hicieron, no confiesan en público a quién le dieron su sufragio. No sé si es vergüenza, creo que no: sí son vergonzantes. Tienen sentimientos y valores canallas. Leo que un investigador concluye que «Trump es el peor candidato que los del partido Republicano podían elegir». Tendría que haber dicho que es el tipo de candidato que les gusta elegir a los del partido Republicano y a una gran parte del pueblo norteamericano, es probable que la mayoría. Y no diferencia mucho de Clinton u Obama. Otra parte guarda silencio; es silencio vergonzante, quizás con cierta desidia e indiferencia, pero en el fondo vergonzante. Se avergüenza sí de su vergüenza, de hacer o de omitir hacer cosas vergonzosas. Aunque no es extraño que estén entre los primeros que tiran la piedra. A Cristo lo hubieran apedreado: decía cosas irritantes, «inapropiadas» para sus oídos. Lo hubiera apedreado, en especial si lo hacían ocultos. Así es el 51%, quizás el 60% de la gente de mi país, de Argentina.
«Tiempo de canallas» es el título de ese dramático y pequeño libro de Lillian Hellman, la escritora norteamericana fallecida en 1984 que denunció a sus connacionales preguntándoles «¿pero es que ustedes no tienen sentido de la decencia?». No, no tienen, Hellman. Con ella habían encarcelado por años a su compañero, el gran novelista Dashiell Hammett, el mejor de la novela policial negra, simplemente porque se negó a delatar por causas políticas a amigos y conocidos. Como no quiso delatar a sus conocidos opositores políticos de izquierda y progresistas entonces lo encerraron en la prisión y de allí salió enfermo, envejecido y pronto murió. Como le hicieron a Oscar Wilde. No se vengaban de su homosexualidad, se vengaban de lo que había escrito y dicho siempre. Tomaron revancha de su humor sarcástico.
Leo ahora que Lula, el por mi querido ex presidente de Brasil, «acusa de «canallas» a los que mataron a su esposa de tristeza. Hicieron sobre ella acusaciones falsas, le revolvieron la casa -hasta rompieron los colchones-, la sometieron a humillaciones, a ella, una militante política de base que actuó desde sus inicios en la pobreza y nunca hizo ostentación de nada. De esa clase de gente que milita políticamente toda la santa vida por una idea, por un valor político. Y Rocco, ella, se murió de pronto de un ataque cerebral. Ella que había resistido la pobreza y sostenido décadas y décadas de militancia de base -no en un despacho- no pudo con la indignación, no aguantó la humillación de que la acusaran, ¡justo a ella!, de ladrona, de coimera. Es que los canallas saben dónde tocar, conocen bien dónde y qué ha de dolerte. A unos les duele que le toquen un peso en el bolsillo. Esos son los comunes, ordinarios, muchas veces miserables. A otros nos duele que nos toquen el sentido de decencia, un sentido de decencia que es diferente al que conocen y les conviene (utilitariamente, su único sentido, el utilitario) a los que se duelen si se les toca un peso.
«¿Es que ustedes no tienen sentido de la decencia?». No, no Lillian, no tienen. No, Rocco, no tienen ese sentido de la decencia. Para ellos decencia se vincula con un culo, una teta y con el sexo (la sexualidad de los otros, no la de ellos, oculta o ausente. Y si está ausente, ahí es casi peor porque les sale la cosa retorcida y te la mandan a vos). Rocco, digo más, no sé si se los puede perdonar. Rocco, nombre tan simbólico, como el Rocco, el santo de Visconti en «Rocco y sus hermanos», el que se entrega, se hace matar para ver si puede salvar a sus hermanos. En vano, será en vano. Además, ellos -los canallas- no perdonan Rocco. Les tocás un peso y no perdonan. Ofensa suprema, más aún si es para darle a los pobres. Si es para robártelo vos pueden entenderlo pero si es para repartir te odian más que el rey a Robin Hood, solo que no caés nada «simpático».
En Argentina todos -el 51%, o más, siento que puede ser el 60% o más en coincidencia con esos mismos valores- sufragaron al electo y se callan la boca. Ven lo que sucede y callan, guardan silencio. Están resentidos pero no lo dicen, dirigen el resentimiento aún más hacia los pobres. Para algún lado les tiene que salir para no explotar, entonces dirigen su resentimientos a los débiles. Débil que ven, a ese le pegan. Al que ven débil lo matan a patadas, a calumnias, a injurias, a humillaciones, a pobreza, y prisión, si pueden. Canalizan con el débil. Los canallas. La canalla.
Si son cínicos del todo reivindican lo que sufragaron. «Sí, yo, lo elegí», dicen con soberbia u «orgullo» (?). A esos puedo comprenderlos. De algún modo se hacen cargo de su mezquindad y miseria moral. Su racismo. Pero la mayoría del 51% no dice nada: calla, y se resiente. A lo sumo ensaya un ya gastado e inverosímil, increíble: «Bueno, yo quería votar a Stolbizer, no al electo». Patean al costado. Se hacen los osos. Actúan de nuevo con total cobardía: «Yo quería votar a Stolbizer». No se dan cuenta de que eso no sirve, que nadie puede creerlo. Si no, Stolbizer -una derivada del partido Radical, antiguamente mayoritario, que ya no existe- hubiera resultado electa. Además, Stolbizer es una socia menor del electo. Stolbizer o el electo son lo mismo porque ella, muy simple, es socia menor del electo.
El electo es preocupante. Lo que hace, digo. No tanto lo que es, que no me interesa demasiado, sino lo que hace (y en consecuencia afecta a los demás). Pero a mí lo que me más preocupa, lo que más me sorprende, lo que aún no puedo creer, es el 51%. No puedo digerir que exista ese 51%. No entiendo, no me creo, y existe, está, que el 51% haya hecho lo que hizo. Es la canalla. Es canalla. Es tiempo de canallas. Tengo un conocido licenciado en historia que siempre me repetía (él con ánimo antipopular): «El mismo pueblo que quitó los caballos del carruaje presidencial de Yrigoyen, primer presidente popular de masas argentino, Radical, y arrastró a pulso el coche, haciendo de tiro para mostrar su pasión y amor, ese mismo pueblo al final de sus días hizo de comparsa para destituir a Yrigoyen y saqueó su casa. ¡Saquearon su humilde casa y tiraron la ropa de Yrigoyen a la calle!». Yrigoyen también fue preso y fue humillado. Después murió de anciano, cansancio y humillación. Rocco. A Cristo en la cruz lo escupían, o lo punteaban con sus lanzas, para «divertirse», los soldados. Estaba clavado a la cruz. Igual con el cadáver de Eva Perón. Con Claretta Pettaci y Mussolini igual. ¿En qué cabe ensañarse con un cadáver?
Tiempo de canallas. 51%. Es preocupante. Te entra una desazón en la que llegás a preguntarte «¿para qué?». Digo: ¿Para qué llegué hasta aquí? Y yo no soy un santo, ni quiero serlo, claro. Ni nunca me lo propuse. Pero igual la pregunta asalta. Tiempo de canallas. 51%. Cierto que Argentina siempre ha tenido una reserva, algo que de imprevisto surge y cambia todo, da vuelta las cosas. Siempre ha sucedido, y te alimenta el aliento. Pero, tanta y larga canalla ya me parece como demasiado. Entiendo la mezquindad, el ánimo miserable, ¡¿pero tanta y tanto tiempo?! Rocco, Rocco con tus hermanos, ¿dónde estás? Saint Delon. Saint Visconti. ¿Dónde están? ¿Tiramos la esperanza a la mierda? Yo siempre digo y siento que vale la confianza, no la esperanza. ¡¡¡¡Pero tantos y tan largo!!!!!
Después de reponerme de tu comentario, volví a preguntarme si alguna vez vuelve un gobierno popular qué hará con estos canallas. Que no son adversarios políticos, estos tipos son enemigos, es una cuestión de vida y muerte, las políticas de estos tipos matan, es una cuestión de supervivencia. Y no digo si gobernara San Martín o Belgrano o Moreno o Artigas, porque sé lo que harían con estos tipos.
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Después de reponerme de tu comentario, volví a preguntarme si alguna vez vuelve un gobierno popular qué hará con estos canallas. Que no son adversarios políticos, estos tipos son enemigos, es una cuestión de vida y muerte, las políticas de estos tipos matan, es una cuestión de supervivencia. Y no digo si gobernara San Martín o Belgrano o Moreno o Artigas, porque sé lo que harían con estos tipos.