EL SUR, LOS ORÍGENES
No es que la imagen tenga algo particular que la diferencie. Lo sé. Pero es como esos fantasmas que a veces revolotean, los cuervos de Van Gogh, diría alguien semiculto, es decir, lo que circula en lo común, o habitual. No es que sea una imagen que me quita el sueño, pero esos negros y blancos tan de fotograma analógico Tri-X -aunque aquí el original en color es digital- no dejan nunca de parecerse al sueño, los ojos cerrados, noches, lutos, ahí justamente donde me resplandece una mujer, que siempre es la misma, aunque no esta mujer de la foto. Otra Mujer, única, presente, recordada, deseada, muy ligada, la más ligada. Ahí está su encanto, su inolvidabilidad, de la imagen y de Ella. Se entierra en la memoria. El que no tiene memoria o es muy pendejo o es muy estúpido. Los viejos estúpidos, se sabe, provienen de jóvenes estúpidos. Me han dicho que confirman tu edad cuando comenzás a relatar los acontecimientos, por muy importantes que hayan sido, vividos en un tiempo que, en este supuesto presente constante que les han hecho creer, refieren a cuestiones de las que nunca oyeron hablar, rusticidad hecha puro presente, necesaria para el consumo. Otro alguien, en realidad, otra alguien, una mujer fotógrafa bastante joven, ennoviada con una chica unos diez años menor que ella, otra alguien, en sus celos y recelos, cuidando sus territorios amatorios me ha hecho una observación que parece alumbrar un aspecto inadvertido, inadvertido para mí, digo. Me ha dicho: “A veces tus fotos parecen de mujeres muertas”. Puede ser. Ligeia, me dije yo. (AMILCAR MORETTI)