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cultura por kilos. De derrumbes y evacuaciones hacia la nada o transformación

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cultura por kilos. el modo financiero-mercantil de medir el conocimiento y la información

 

El mundo sumergido
El mundo sumergido

 

 

 

 

Escribe
AMILCAR MORETTI

 

 

 

 

                amilcar moretti,autorretrato2014. Web. P1010965“¿Qué va a hacer con todo esto?”, pregunta. Lo miro y no dejo de pensar lo que voy a hacer con todo, cómo voy a hacer para ordenar los papeles de buena parte de mi vida. “¿Lee y consulta todo esto?”, repregunta. “Hasta donde puedo, sí. Mucho lo he leído y otro sector leído varias veces”. “¿Y qué va a hacer? ¿Por qué no lo vende?”. “¿Dónde, cómo, a quién?”, le pregunto. “Lo vende por kilos; aquí debe haber varias toneladas de papel”. Es mi hemeroteca -la “biblioteca” de diarios-, que se derrumbó, inmanejable, al parecer. “¿Por kilos?”, digo “Sí, puede sacar buena plata?”, dice.

 

 

                 “¿Por kilos?”, vuelvo a preguntar. “Esto es la historia del país y del mundo, lo más destacado en los últimos veinticinco (25) años, según una lectura”. “Mucho más aún”, intento explicar, “y hay que agregar las notas especiales de varias colecciones de revistas desaparecidas o actuales”. “Casi toda la gestión de Alfonsín está puesta en sobres y acomodada en las estanterías, como también todo Menem-Cavallo y otras gestiones y muchos otros aspectos y asuntos, en recortes por el tema”. Hace silencio. Parece no saber qué es “el país”. Sospecho que para su comprensión no hay mundo, planeta, globo terráqueo, o no interesa. Todo muy abstracto y de magnitud incomprensible para él y para muchos. La gente simple parece más apegada al día a día, conectada a un presente quizás más aparente que real y sin memoria. La memoria escrita da otro espesor y mirada a lo que cada uno interpreta. Propone perspectivas que suponen más previsibilidad y veracidad. Hay tanta duda como verosimilitud en lo que se piensa, pero asisten pruebas o aproximaciones a pruebas.

 

               

                    Dentro de cajas, ensobradas, está la historia pública del SIDA, gran parte del Rock Nacional, el atentado de AMIA y la embajada de Israel, represión política desde 1975, astronomía, sucesivas novedades de los orígenes del hombre y las especies, geología y equilibrio ambiental, racismo, xenofobia. Hay sobres y cajas dedicadas a economía argentina, política nacional, hechos de la política mundial. Sobre ciencia, energía atómica, sexualidad, homosexualidad, pobreza, desocupación, miseria, “burguesía nacional”, clase media, peronismo, Maradona, comisario Patti, coronel Aldo Rico. Además, claro, de los últimos treinta (30) años de mi trabajo específico en cine en el mundo, separados por directores, países, continentes, actores, movimientos. Teatro, televisión, ballet, jazz, música clásica. Cultura. Ensayística breve y lo observado en arte nacional y mundial. Y muchísimo más. La porción más grande, desbordada ya mi capacidad, espera todavía en ejemplares enteros de diarios y sus suplementos, atados por meses, bimestres o períodos mayores. Componen años, lustros, décadas.

 

 

 

 

 

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                Parece no saber qué es “el país”. Sospecho que para su comprensión no hay mundo, planeta, globo terráqueo, o no interesa. Todo muy abstracto y de magnitud incomprensible para él y muchos. La gente simple parece más apegada al día a día, conectada a un presente quizás más aparente que real y sin memoria. La memoria escrita da otro espesor y mirada a lo que cada uno interpreta. Propone perspectivas que suponen más previsibilidad y veracidad. Hay tanta duda como verosimilitud en lo que se piensa, pero asisten pruebas o aproximaciones a pruebas.

 

 

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               Reiterativo suelo tomar un ejemplar al boleo, de diez o veinte años atrás, por ejemplo y quedo clavado. Muchos textos me sorprenden: excelente literatura. El buen periodismo es buena literatura. El periodismo “malo” es mala literatura. Los mejores -y hay que saber seleccionarlos- son escritores: escribidores de excelente narrativa periodística, poética o no según riqueza. Autores. Hay de todo. Mucho no está en internet. Además, la web no da cuenta de la ubicación en la hoja de una información, una nota. Lo más importante muchas veces está contenido en un recuadro en las página 28 o 52. Sucede. De modo deliberado o no. Por ejemplo, detalles que anuncian el estallido del 19-20 diciembre del 2001 es posible advertirlos, aún en su momento, en algún comentario o declaración de tiempo anterior. Si se sabe leer, allí están esos delicados matices.

 

 

 

 

 

 

                  Y de pronto todo se vino abajo. Se desmoronaron las estanterías de una pared y arrastraron otras, en los demás muros, año a año. Cayeron sobre el espacio central de la hemeroteca, metro y medio por metro y medio y 1, 80 de altura. El ruido lo escuché, sordo, como si hubiera sido en el centro de la casa, aunque la hemeroteca está en una habitación aparte con un patio interno de por medio, a tres metros de distancia. No entendí lo que había pasado hasta que comencé a sospecharlo: entonces me arrebató el temor de que hubiera arrastrado la estufa a gas, en pleno verano, para combatir la humedad. Intenté abrir la puerta pero no pude; a través del vidrio vi que los diarios lo impedían. A los días, inicié el retiro por partes, períodos enteros ordenados y semiclasificados, papel y más papel, suplementos de economía, rurales, cine, teatro, tango, telenovelas, entretenimiento, bolero, música, de a poco, y a ubicarlos en la casa. La mitad de la cama mayor quedó cubierta. Río y bromeo con que puedo morir bajo una pila de diarios, asfixiado, aplastado. Pero no, no ceden. Ahí están, y si se los sabe manejar y moverse no se caen. A su modo son fieles, leales, persisten.

 

 

 

 

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                   Lo más importante muchas veces está contenido en un recuadro en las páginas 28 o 52. Sucede. De modo deliberado o no. Por ejemplo, detalles que anuncian el estallido del 19-20 diciembre del 2001 es posible advertirlos, aún en su momento, en algún comentario o declaración de tiempo anterior. Si se sabe leer, allí están esos delicados matices.

 

 

 

 

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                 “Un periodista con prontuario”, dice de sí mismo Rogelio García Lupo, maestro argentino del periodismo político de investigación,  primer historiador “en borrador”, como suele definirse, de las cosas argentinas y latinoamericanas, hombre hoy de casi 85 años, cuyos archivos, papeles también, no hace mucho ingresaron en la Biblioteca Nacional, en Buenos Aires ciudad. Hermano menor de Gregorio Selser por una diferencia de diez años. Selser, prócer bastante olvidado de esa prensa escrita por pocos investigadores que conocen su oficio primero, el de periodista, y luego se sumergen en documentos, papeles viejos y nuevos y comparan, reúnen testimonios, voces, juicios y opiniones, sin dejar de poner su mirada propia, más a la izquierda nacional que del lado de las elites, de derecha casi siempre. No se recuerda que en 1976, incluso antes de iniciada la última dictadura cívico-militar, se exilió en ciudad de México donde buscó y encontró el suicidio en 1991. Las necrológicas en noticias ocuparon pocas líneas, y desde entonces pocos lo tienen en cuenta. Sus textos hasta ahí fueron testimonio y son historia de lectura y lectura de historia.

 

 

 

 

 

               Pasé algunas “evacuaciones”, la primera y más dolorosa la de 1975-1976 con la “gran hoguera” y enterramiento de cada uno a las que obligó la dictadura, como una gran evaporación mediante el fuego y la humedad de la tierra, además de las encomiendas con pesados bultos hacia otras ciudades. Todo una mezcla de ingenuidad y culpa, inútil y expansiva en sus ecos. Las llamas son lentas para consumir libros; las hojas de apuntes y recortes requieren seleccionarlas de una en una, sobre todo si no se quiere llamar la atención de los vecinos, siempre alertas, inquisitivos y autores de comentarios. No es fácil quemar grandes cantidades de papel sin llamar la atención o asfixiar al vecindario. La ingenuidad vino por el lado de no saber que si por cualquier motivo se engrosaba una lista era casi imposible que la ausencia de libros y papeles ejerciera salvación. La sentencia estaba dada de antemano: mucha militancia no leía libros. El derrumbe desatinado de bibliotecas privadas fue más una sanción afectiva y muestra de poder para humillar al desgraciado que una prueba que impidiera y aliviara dolores físicos y morales.

 

 

 

 

 

                Y esta segunda vez, sin tener aquella gravedad, oferta de modo azaroso la obligatoriedad de desprenderme de alguna forma de aquello que pesa demasiado, con peso de múltiples sentidos, no solo en kilaje. Al cabo del tiempo se llega a la íntima conclusión de que hay asuntos que ya no se van a leer ni menos a conocer, y que el espacio ocupado es tanto material (edilicio) como mental en cuanto castración. El tiempo es un efectivo castrador y no siempre un componente indispensable de maduración. La aceptación de ciertas relatividades y falta, ausencia, vacíos y rupturas implica. de modo extraño, no necesariamente sabiduría como la prueba ya innegable que lo propio, simbólico, es solo de uno, de cada uno.

  

 

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