El Amor es Cultura, forma parte central de la cultura. Cada civilización ha practicado su idea del amor, no por necesidad igual a la noción ahora llamada tradicional que parece mostrarse en trámite de desaparición. Si en la era de la Revolución Industrial clásica el fundamento cultural necesario tuvo base en el prestigio (social), el patrimonio económico y el matrimonio, sin que implicase la idea de amor romántico, es lógico suponer que la cada vez más acelerado revolucionarismo tecnológico de como resultado formas de convivencia diferentes, propias, particulares.
(La imagen de tapa fue compuesta por AMILCAR MORETTI en abril del año en curso. Buenos Aires)
Escribe
AMILCAR MORETTI
El cuestionamiento de la idea del amor “tradicional”, la relación de pareja sexo-afectiva (o bien sexo o afectiva), viene en crisis desde hace décadas. Hoy se menciona, directamente, su posible desaparición, o sea la dilución de la actual idea del amor romántico-sentimental que lleva varios siglos de vida con los cambios y adaptaciones de cada época. Con mirada más prudente, parece más probable un cambio en la idea del amor y no el Fin del Amor. Tanto el llamado poliamor como la agamia (la necesidad-decisión de no formar pareja), esta última (por ahora) en progresivo crecimiento, diluyen una noción de pareja o vínculo amoroso, o sexo-afectivo, no ya solo matrimonial sino, al menos, duradero. Circunstancias difíciles en el entorno social, económico y cultural (por ejemplo, la dificultad de un trabajo estable y decorosamente pago) parecen acentuar la tendencia de vivir solo, o sin pareja estable, o bien con matices de vínculos circunstanciales. Pero es simplista reducir un probable cambio en la noción de amor solo a partir de circunstancias y coyunturas materiales.
El Amor es Cultura, forma parte central de la cultura. Cada civilización ha practicado su idea del amor, no por necesidad igual a la noción ahora llamada tradicional que parece mostrarse en trámite de desaparición. Si en la era de la Revolución Industrial clásica el fundamento cultural necesario tuvo base en el prestigio (social), el patrimonio económico y el matrimonio, sin que implicase la idea de amor romántico, si la era oro burguesa se sostuvo centralmente en estos tres factores, es lógico suponer que la cada vez más acelerado revolucionarismo tecnológico de como resultado formas de convivencia diferentes, propias, particulares. En especial con la revolución digital, con el cambio del mundo analógico por el universo digital, maneras diferentes de concebir y percibir al mundo.
Economía y desarrollo progresivamente acelerado del capitalismo desde hace seis siglos, con técnicas que pueden transformar la (antigua) conciencia del individuo de forma radical, hasta el punto de que desaparezca el Sujeto (racional, individualista, congnoscente) y surja en su lugar una Subjetividad que implicaría otro tipo de Sujeto, o bien un No-Sujeto, algo por ahora impreciso esencialmente distinto a lo que acostumbramos llamar Sujeto. Si fascismos y comunismos con Estados fuertes dieron golpes de gracia a la idea de individuo y ponderaron a la masa, los bloque históricos y lo colectivo como factores de cambio de raíz inaugurando nuevas sociedades y culturas, dando por tierra a la Ilusión y utopía del Sujeto (pensante, racional, individual), es entonces absolutamente “razonable” que las nuevas etapas del capital y sus neo-técnicas en permanente y acelerado cambio concluyan en formas sociales y humanas, individuales y colectivas, o individuales o colectivas, en que el mundo sea o se perciba de otro modo y, en consecuencia, el Amor sería -de subsistir- otra cosa, otra forma de la realidad, u otra forma de vincularse, si continúan los vínculos de tipo afectivo.
Pero aún cuando no perduren esas últimas formas de relaciones entre humanos es también posible que se reemplacen por otros modos vinculares, afectivos o no, sexuales o no, “técnicos” puede decirse, sin que deje de existir por eso una forma de matrimonio, un “modo” de pareja. El vínculo con una máquina electrónica, semejante o no al humano en su apariencia externa, es algo ya existente. El primer paso delator de este cambio hacia la “agamia”, al “vivir solo”, “convivir” con otro, es el de los cada vez más franjas de población que eligen un perro, gato u otro animal para compartir sus días. En Japón, por ejemplo, hace tiempo que amplios sectores han renunciado al sexo directo -afectivo o biológico puro- como intercambio entre individuos (si es que aún lo son) y no por eso el sexo ha desaparecido, aunque se constriña al parecer en formas ceñidas a uno solo, a sí mismo, a la no-relación con otro. Por eso el dildo o consolador y la masturbación -antes vergonzantes- se han transformado en objetos y prácticas “liberadas”. Un “individuo” supuestamente “autosatisfacente” o bien en “compañía” de mascotas o máquinas sofisticadas, o bien mascotas o bebés electrónicos.
¿Qué tipo de “afectividad” implican estas nuevas formas vinculares solo y únicamente consigo mismo o con una máquina es algo que aún no tiene descripción clara y que, desde la idea del “amor tradicional·”, implica una deformación o disolución regresiva y a la vez motivada aún por la antigua idea de “progreso”? Una derivación o paso más de la Técnica confundida con Ciencia y Razón que promueve la maquinización de lo humano y la Naturaleza al tiempo que la llamada Humanidad y la Naturaleza absorben la “perfección” de las construcciones técnicas, maquinales, digitales-mecánicas, en un mundo percibido como imagen que bien puede ser solo virtual digital.
Lo que llamamos Sujeto de Razón se ha convertido en Subjetividad en Elaboración -mucho de ella de laboratorio- y la realidad descripta y detallada por la Razón en una pura percepción en que no hay un Real, algo Real material o espiritual, sino solo espejismos digitales y espejos. No es casual que la fotografía, arte que sucede a la pintura como técnica para en apariencia preservar un grado mayor de verismo se haya convertido en una autofoto (selfie) en soledad y en encierro, en general en el baño, para registrar lo que muestra un espejo, que no es Nosotros sino la imagen de Nosotros. Lo que refleja un espejo es una Imagen. Basta que demos un paso al costado para que deje de ser. Los últimos afectos y sentimientos en el humano que ha dado un paso al costado frente al espejo, continúan en cambio en ebullición en cada uno, aunque todo tienda a apagar dicho hervor. Como si comenzáramos a añorar el ruido y la furia, que igual terminarán por brotar, de otra forma, qué duda cabe.
(continúa y comienza en: https://amilcarmoretti.wordpress.com)