«En lugar de una hermenéutica, necesitamos una erótica del arte» (SUSAN SONTAG)

Escribe
AMILCAR MORETTI
La representación de la carnalidad humana tal vez ha resurgido en el llamado arte de fines del siglo pasado y 21 como una reacción o «contracultura», un mecanismo de defensa frente a la abstracción, el geometrismo, lo minimalista lineal y cúbico, lo óptico, cinético y, en suma, frente a la desaparición física concreta de personas por motivos políticos, sociales, ideológicos y económicos, entre otros. Los genocidios, como prácticas político-sociales de Estado son propias del siglo XX y hoy parecen reproducirse, además, por miseria, desnutrición, hambruna y peste, pandemias de laboratorio. Habría que sumar la genética eugenésica, la cirugía encubierta en un aparente progresismo científico y genital, la robótica, la neuroquímica, en fin, lo conocido.
IZUMI SOZAKI es una creadora argentina (su nombre es un seudónimo tomado de un personaje de historieta y dibujo animado japoneses creado por Masakazu Katsura. En las redes sociales pueden verse muchos de sus trabajos. En el presente caso me limito a consignar algunas posibles herencias en el trabajo de Sozaki, que no necesariamente deben ser conscientes e intencionadas. Es probable que en el momento creativo no las tenga en cuenta. Pero circula siempre eso que a veces se llama el «aire de los tiempos» o los «climas de época». Además, he comprobado por experiencia, que en muchas OCASIONES dos o más personas piensan o sienten lo mismo al mismo tiempo, sin conocerse, a distancias enormes entre ellas, como si algo en el escenario, el territorio, el clima, la cultura, los miedos y convicciones más intensos y ocultos se sobrepusieran a la ausencia y el vacío y brotan en dimensiones paralelas, iguales en la diferencia, diferentes en la igualdad. PORQUE SOMOS RADICALMENTE DIFERENTES ES QUE RECLAMAMOS LA LIBERTAD DE LA IGUALDAD.





Como un baño de sangre. Una sumersión (interpretemos, el azul oscuro, cenagoso) en el agua de mar, o lago, o bañera cuadrada (hay como un límite cuadrangular esmaltado, blanco), de dos señoras (¿ninfas del bosque, para una mitología renacentista-barroca?) que se entrelazan y parecen querer morderse. Una de las formas del amor, y también del odio. Se odian, rencorosas. Contra sí mismas (mucha rabia en sus rostros y vómitos y cruzadas de cara) o contra la otra, una atacada y la otra al avance, una en la entrega y la otra en la posesión. El amor tiene furia, pasión, va en garra cuando es fuerte. Falta el Fauno. «No hay orden de ninfas». Mucha agresividad y furia para un Centauro. No es un río en el bosque. Son dos fieras sumergidas. Entre el barro y la sangre. Y van para abajo. No sé. Debes seguir pintando el tema, otras versiones, otros paralajes, como dice Zizek, verlas desde otro lado. A ver qué se ve, digo. (AMILCAR MORETTI)
(Escrito en Facebook el 25 de julio a las 0,22)












https://www.theguardian.com/commentisfree/2014/jan/22/racist-chair-shocking-cruel-reminder
