Por AMILCAR MORETTI
(TEXTO E IMÁGENES)
Algunas corrientes de los feminismos han dado resultados paradójicos. En función de que todo uso gráfico del cuerpo de mujer es una forma de violentación sexual, se ha producido una especie de parate que, en el arte de la fotografía, apunta sobre todo al erotismo chic cuyo maestro podría ser, en una primera lectura, el germano-australiano Helmut Newton (1920-2004), tan criticado por Susan Sontag (nuestra «madrina» involuntaria). La cúspide fue llamada era de las supermodelos en los años 90. La fuerte argamasa de la industria de la moda, la publicidad globalizada, el diseño y lo textil de alta gama, más la imagen fotográfica como soporte central (además de las presentaciones convertidas en verdaderos shows de alta repercusión en los hábitos de gran parte de la población), se constituyeron -y aún permanece- en una inmensurable fábrica de producción -o lavado- de dinero. (continúa)
Tras la denuncia MeToo (que más que otra cosa parece significar el cierre del Hollywood que funcionaba hasta ese momento -o una nueva etapa- y su reemplazo por Netflix y las películas de plataformas -app-), a lo que se sumó la peste Covid 19 con sus millones de muertos durante 2020-2022, aquel erotismo chic basado en el cuerpo fabricado de mujeres altísimas y casi siempre blancas aparenta tener continuación en un clima de nuevo puritanismo. Se sabe que el puritanismo anglosajón explota y desborda de sexualidad reprimida. Si uno observa bien las publicaciones de tendencias y moda procedentes de Estados Unidos y Gran Bretaña, que imponen ruta al mundo, el erotismo de los 90 -«misógino»- se ha transformado en un erotismo homosexual y de «diversidad» que incluye figuras de variados «géneros», colores de piel (negritud africana, mestizajes) y fisonomía (ojos rasgados, achinados). (continúa)
Es allí es donde la «violencia en el uso de los cuerpos» (de mujer o no) ha vuelto a reproducirse con cambios formales. Pareciera -como suelo repetir- que no se trata del patriarcado y su resaca sino lisa y llanamente del Capital. El Capital con sus nuevas formas de acumulación, que marcan tendencias y hábitos, estilos, maneras de sentir y percibir, de vestirse y hablar. Modos de pensar o de dejar de reflexionar, y cierta engañosa entronización de la ambigüedad de género sexual contra la heterosexualidad gozosa, tema crucial de la condición humana. En ese puritanismo, detrás de la defensa de derechos femeninos, se diaboliza al varón como una máquina de violación de cuerpos feminizados. El fetiche mercantil continúa, pero en otro capítulo de la historia de Das Kapital.