MIS TRABAJOS Y DÍAS

LO QUE EL MUNDO NECESITA ES PERONISMO. Escribe Amílcar Moretti

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Al mundo le hace falta peronismo. Se escucha de nuevo esta observación, entre el humor y la certeza. Al mundo le falta peronismo. No se trata de un partido político, es un movimiento. No es un partido, es una alternativa frente al capitalismo, acaso la única visible desde hace 75 años, más aún cuando el comunismo blindado hace 30 años que se  desmoronó o disolvió. Y esa trascendencia la percibe hoy otra vez el capitalismo. El peronismo, entonces, pasa a ser un enemigo a tener muy en cuenta, no militar o bélico sino desde la posibilidad y deseo real peronista de lograr un sujeto y una comunidad plenos, felices, por así decirlo.

ESCRIBE
AMILCAR MORETTI

 

                   La del peronismo es una posibilidad, un potencial cierto y ya llevado a cabo, ejecutado antes. El «peronismo histórico» (1945-1955) no se cayó solo, desde adentro y por sus propias deficiencias, como el socialismo stalin-leninista. Tuvieron que derrocarlo con violencia, destrucción y muerte. Así, el peronismo no se agotó como alternativa al Capital, como si le sucedió al «comunismo real» desde 1989. El peronismo supervive. Dura. Muta. Cambia. Subsiste.

 

SARA FACIO: «LOS MUCHACHOS PERONISTAS» (juventud en el funeral del general Perón, en 1974)

 

 

                El peronismo es genuino. Es original. Caló hondo en la historia y cultura de Argentina, de modo inexplicable mirado desde afuera. Es que el peronismo -siempre Movimiento, por tanto siempre en movimiento- ha interpretado algo profundo e intenso del ser humano, de la condición humana. No solo del argentino sino también desde lo argentino. Y la mirada que no comprende desde afuera -y mucho menos desde adentro- el «Misterio» del peronismo se equivoca por su óptica burda o de adoración de lo instrumental, de tecnologías y técnicas de la cuarta o quinta revolución capitalista. Para los que no lo entienden es como buscar el inconsciente freudiano en una zona precisa del cerebro.

 

 

            El peronismo no es una religión, aunque en algunas adoraciones pueda parecer. Se ha dicho que es un «sentimiento», algo que alude a aquello que no es explicable desde la palabra y Razón (esta última eurocéntrica, occidental, del Oeste). Los misterios no son religiosos, son un modo de vivir, de estar en el mundo, y no son transmisibles mediante la palabra y la Razón (en especial, la del Siglo XVIII, de las Luces). Datan desde el neolítico y fueron absorbidos por las grandes civilizaciones antiguas, y no es seguro que su procedencia sea oriental, del Este. Se evidenciaron en el Antiguo Egipto, los frigios, la Grecia Clásica y la gloriosa Roma. El cristianismo, como el judaísmo, incorporó incorporó esos misterios transfigurándolos. Se advierte claramente en la historia del arte, religioso o no. Puede suscitar burla o suspicacia vincular  al peronismo con estos aspectos civilizatorios, pero el «secreto» peronista -sólido, confuso, de complejidad entramada, nunca del todo explicable- tiene que ver con que el Movimiento capta, representa y estimula algo «nuclear», nodal, el nudo de lo argentino. «Lo argentino». De nuevo: «El Otro Occidente» (1)

             Cuba quiso exportar (su revolución, desde principio de los años 60). No lo logró, no pudo, fracasó. Las revoluciones, dicen, no se exportan. Hay dos modos de revolucionar, sentenciaba Perón: con tiempo o con sangre. El peronismo elige el Tiempo.
El peronismo nunca quiso exportarse, al menos en sus prácticas centrales. Hubo algún interés en la experiencia trágica del general Villarroel López, presidente de Bolivia nacionalista y de Tercera Posición, linchado en la plaza pública en 1946. No parece haber conexiones  en materia de integración política con el populismo en Brasil de Getulio Vargas, quien terminó suicidándose en extrañas circunstancias en 1954, un año antes del derrocamiento violento del general Perón.

 

 

                No exportar su revolución implica que el peronismo histórico emerge y surge como alternativa singular, particular. Esta afirmación puede ser polémica (o directamente desechada) por la mirada de izquierda sobre la experiencia peronista y sobre el capitalismo, capital imperial con centro en el Norte de América después de 1945 (fin de la Segunda Guerra Mundfial y ascenso de Perón) y mundializado en el último cuarto de siglo. El peronismo no tiene deseos manifiestos de imponerse por exportación a otras naciones o regiones del mundo. Respeta la independencia y soberanía de cada pueblo y país. Aunque, como probabibilidad, no puede impedir que otros lo importen, en especial cuando siempre ha sido mirado con atención, ira y curiosidad desde afuera.

 

 

                 Esta propuesta, repito, puede ser desestimada por académicos y activados de izquierda y derecha (aunque la derecha lo teme, justamente, como alternativa). No obstante, aunque no contemple el mundo académico la «importación desde afuera» del peronismo, el Capital sabe que es posible, que constituye una hipótesis temible o inquietante, en principio porque el peronismo funciona. Y por añadidura hace feliz a la mayoría del pueblo, o a casi toda la gente, sin ignorar que torna más explícita la animadversión de un 40 por ciento de la población.

 

 

(Foto de portada del diario Página12 de Buenos Aires. Un manifestante apaleado por las fuerzas de seguridad durante una concentración de reclamo en la ciudad de Buenos Aires durante el gobierno anterior al actual).

 

 

                         El peronismo, aunque casi siempre con la iglesia católica en contra, coincide en lo social distributivo con el cristianismo, una de las tres grandes religiones monoteístas, algo que no quiso ni pudo el comunismo duro. En algún momento por estas coincidencias el núcleo católico se sintió amenzado o en rivalidad (2) (3). El peronismo tiene su Santa (Santa Evita), sus santos, apóstoles y mártires. Un titular del Vaticano «justicialista» sirve de confirmación. Por eso, algunos sectores ultraconservadores de Estados Unidos lo perciben como una posible amenaza mundial. Y el peronismo, aunque 1925 años más joven, al igual que el cristianismo muestra capacidad de supervivencia.

 

 

                 Así se ha inventado el populismo como enemigo fundamental a erradicar, ausente el comunismo. Lo que implica que el peronismo funciona como alternativa del capitalismo, más aún en los momentos más salvajes, excluyentes y atroces del segundo. El peronismo, con sus fracasos y caídas, permanece y reflota. Funciona. Entonces hay que sofocarlo, ahogarlo, desviarlo, dividirlo, atacarlo por el lado más complejo, porque el peronismo es un fenómeno, hecho, objeto, acontecer, movimiento y potencialidad complejos. Es real y funciona, y muestra una capacidad de resistencia, de subsistencia, de mutación sorprendente.

 

 

                   En esa complejidad de trascendencia alternativa, al igual que el capitalismo – asombroso siempre en su capacidad de reactualización permanente y por largas eras-, el peronismo demuestra su fortaleza en el tiempo. No se diluye, se recicla a sí mismo, se mueve como todo movimiento, para un lado y para otro, viene y va, va y vuelve. Es marea, además. Vale recalcarlo: no es partido, es Movimiento. Es una filosofía. Perón lo concibió e interpretó así. Perón escritor así lo construyó como discurso filosófico sobre el humano y el mundo. Basta leer al respecto  su exposición de cierre en el Primer Congreso Nacional de Filosofía, en Mendoza, en 1949 (4) :

 

«Lo que nuestra filosofía intenta restablecer al emplear el término armonía es, cabalmente, el sentido de plenitud de la existencia. Al principio hegeliano de realización del yo en el nosotros, apuntamos la necesidad de que ese «nosotros» se realice y perfecccione por el yo.

«Nuestra comunidad tenderá a ser de hombres y no de bestias. Nuestra disciplina tiende a ser conocimiento, buscar ser cultura. Nuestra libertad, coexistencia de las libertades que procede de una ética para la que el bien general se halla siempre vivo, presente indeclinable. El progreso social no debe mendigar ni asesinar, sino realizarse por la conciencia plena de su inexorabilidad. La náusea está desterrada de este mundo, que podrá parecer ideal, pero que es en nosotros un convencimiento de cosa realizable. Esta comunidad que persigue fines espirituales y materiales, que tiende a superarse, que anhela mejorar y ser más justa, más buena y más feliz, en la que el individuo puede realizarse y realizarla simultáneamente, dará al hombre futuro la bienvenida desde su alta torre con la noble convicción de Spinoza: «Sentimos, experimentamos, que somos eternos.»

 

 

        Tal vez el capitalismo desaparezca pronto, sustituído por algo impensable, de una crueldad infinitamente mayor que la versión más cruel del capital. Tal vez ya haya desaparecido y esté en marcha «ESO» aún más atroz que el capitalismo más salvaje y obsceno. Tal vez ya haya sido sustituído por la Abyección de un sistema de ordenamiento no dimensionable, pensable en términos de crueldad. Y ahí, arriesgo hoy a plantear que como alternativa solo subsiste alternativa el peronismo. El mundo necesita peronismo.

 

1) Ver «El Otro Occidente. Siete ensayos sobre la realidad de la filosofía de la liberación», del italiano Antonino Infranca sobre la obra de Enrique Dussel, filósofo argentino radicado en México. Colección Herramienta, Editorial Antídoto. Buenos Aires, 2000.

(2) Lila M. Caimari, «Perón la Iglesia Católica. Religión, Estado y sociedad en la Argentina (1943-1955)». Ed. Ariel Historia. Buenos Aires, 1995.

(3) Roberto Bosca. «La Iglesia Nacional Peronista. Factor religioso y poder político». Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1997.

(4) http://www.filosofia.org/mfb/1949a128.htm

 

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