Volveré y seré millones. Son conocidas (la afirmación y emisora). Vuelvo y los otros son millones, más que ayer. Unos tipos, deportistas turbios, densos, en grupo matan a golpes a un pibe, un pibe que, solitario, solo, intentó -es de suponer- parar el huracán no previsto. Impensable en su ferocidad. Los tipos, también pibes, de clase social con más confort material y de colorida diferencia de piel que el chico asesinado, suavemente moreno.
Escribe
AMILCAR MORETTI
Otra gente, la misma gente, tipos ya adultos de igual clase, desde un helicóptero en vuelo arrojan al vacío un cordero o cerdo maniatado hacia la piscina de la residencia de otro tipo así. Comerán un asado de crueldad dominguera. Carne tierna para tipos encarnizados, no duros.
“De en- y carniza”
“1. (verbo transitivo). Encruelecer, irritar, enfurecer. (U. t. c. prnl. Usado también como pronominal).
“2. (tr. Cinegética). Cebar a un perro en un animal muerto, para que se haga fiero.
“3. (verbo pronomial). Dicho de un animal hambriento, especialmente de un lobo: Cebarse con ansia en la carne cuando matan una res.
“4. (prnl). Mostrarse cruel contra alguien, persiguiéndolo o perjudicándolo en su opinión o sus intereses.
“5. (prnl. Milicia). Dicho de dos cuerpos de tropas enemigas: Batirse con furor”.
(de: https://dle.rae.es/encarnizar?m=form )
“Cinegético, ca”
Del lat. cynegetĭcus, y este del gr. κυνηγετικός kynēgetikós; la forma f., del gr. κυνηγετική kynēgetikḗ.
“1. adj. Perteneciente o relativo a la cinegética.
“2. f. Arte de la caza“.
( https://dle.rae.es/cineg%C3%A9tico#9G2TkF7)
Y también, otros tipos símiles, no solo argentinos sino con acompañantes de Chile, Brasil y una Femenina de Francia, cagaron y causaron destrucciones en Machu Picchu («de la Vieja Montaña»), en el Templo del Sol de la ciudadela de los Incas, hoy en Perú, zona andina. Un templo sagrado construído antes del siglo XV. Una de las “nuevas siete maravillas del mundo moderno” (iniciativa privada de New Open World Corporation (NOWC), con votación de más de cien millones de miembros). Lo sacramental de los pueblos colonizados estercolizados por la Civilización, en este caso del turismo mercantil. Eterno retorno, parece, Mircea Eliade.
No es nueva la violencia, aquí y del mundo. Es propia de la condición humana. Ciertamente, hay períodos que estimulan la pulsión de vida, “de amor”, si se quiere así. Y abundan otros momentos, siempre novedosamente atroces, que estimulan la pulsión de muerte, de agresión y violentación, matar, de matarse, de suicido y de matar al otro, pulsión de muerte que implica la destrucción-exterminio del otro y también de sí mismo. El negocio mundial de las drogas no autorizadas está muy implicado, una de las razones de esa Muerte y ansia perversa de odiar-odiarse. Pero también casi un lugar común, y excluyente, ocultador de la abyección, etapa profunda del odiar consignado en otros tráficos mercantiles.
Después de Auschwitz -antes el genocidio armenio por los turcos y después la ESMA en Argentina- cabe repetir aquello tan desolador de Adorno en torno a que la Muerte perdió toda noción de dignidad desde la ética, la moral y la filosofía. La Muerte como algo innombrable y a la vez banal. La destrucción y exterminio del otro, y entre sí. Las Guardias Blancas de los pitucos que en la Semana Trágica de 1919 en Buenos Aires salieron a matar obreros en huelga, judíos y “rusos” (comunistas, anarquistas). Las tropas de marginales y marginados de las SA pardas de Hitler, apaleando moishes y comunistas. Y el vecino denunciando al vecino (Jan T. Gross en su libro sobre el pueblo polaco de Jedwabne en que sus pacíficos habitantes en 1941 se delataron y mataron entre ellos por judíos y nazis. O sin “razón”, o impulso de odiar, o “porque sí”, no sé, no saben). En Argentina también, en 1976 y 1977 la televisión alentaba a delatar al vecino.
Bastante de esa abyección y banalidad obscena hay en el hecho de arrojar un animal vivo y atado desde un helicóptero para festejar un asado de “amistad”. Para algunos -o muchos- arrima la memoria de aviones militares argentinos tirando al mar cadáveres o personas vivas maniatadas y anestesiadas, militantes políticos, sociales, culturales. La imagen del animal lanzado al abismo delata un hábito tipo ESMA incorporado a un “sentido común” deforme.
Matar a golpes en patota, forzudos sus miembros, a un pibe por un malentendido o confusión que genera (degenera en) violencia atroz es abyección. Abyección cultural, individual, grupal, de clase. Disolución de la noción de dignidad, sacrilegio frente a la Muerte como final humano y sagrado. Se ubica en un fuera de escena “obsceno”, que no puede nombrarse, detallarse, reconocerse. Es tanta la crueldad que se convierte en abyección, la parte negada del humano.
Defecar y hacer destrozos en una reliquia histórica, más aún de carácter sagrado, no es solo un gratuito daño estético y a una riqueza arqueológica irrepetible. Considerarlo solo así es mercantilizar el hecho, traducirlo a dinero, que es lo menos sagrado que hay. Es la desaparición de la sacralidad de lo secular y de lo religioso. Es obscenidad y rasgo de perversidad en estado de banalidad, de qué me importa si no es mío o no me significa en dinero. Es como defecar dentro antes de incendiar la catedral de Notre Dame de París. Machu Picchu es la catedral de Chartres. Su arqueología y reliquias son las Pirámides del Antiguo Egipto o la Muralla China.
Cuando se sacrilegia un santuario laico o religioso, político, estético o cultural, hay síntomas clarísimos de una perturbación colectiva, profundamente inducida, muy amplia, de carácter exterminador del otro. El concepto de dignidad se muestra diluído, y solo queda la parte inhumana del humano. Lo des-humano de lo humano. La brutalización, la bestialización por el consumo, lo maníaco, lo demencial de la psicopatía más peligrosa, esa de “Aquellos hombres grises” que describe el estadounidense Christopher R. Browning para señalar el estado de incredulidad que provoca darse cuenta que batallones enteros de personas comunes y normales cometieron horribles masacres y torturas a casi cien mil judíos polacos en 1942-1943.
No son -no eran- monstruos de película, SON tipos normales. En Argentina se ocupó del tema el dramaturgo y psicoanalista Eduardo Pavlovsky. Tipos comunes ejecutando con espontaneidad y humorada el desprecio a la Muerte del otro, humano o animal. La destrucción del otro por violencia no le significa nada, es intrascendente para un extendido sector de la población. No es únicamente violencia. Es violencia con plus de crueldad. Es crueldad -la parte gratuita, innecesaria del dolor “de más” infligido al que ya está derrotado, caído, débil e indefenso. Es Abyección.
1 Comentarios
Lo de “sagrado” (¡tan reiterado!) sobra.
“Sagrado” es una palabra obscena, repugnante.
“Sagrado” es lo que se sustrae al examen de la razón, la cual, si vamos al caso, sería lo único sagrado, porque es lo que constituye la especificidad del ser humano: sin razón, el humano deja de ser tal.
Fuera de esta, digamos, ontológica, acepción de esa palabra, debemos combatir lo sagrado con todas nuestras fuerzas.
Más: debemos cagarnos en lo sagrado.
Interminablemente.
Saludos.