Pero en la cámara occidental, la cámara negra, el reflejo de las luces del fuego sobre las oscuras colgaduras de terciopelo a través de los cristales sangrientos era tan terrible, y producía juegos cromáticos tan salvajes sobre los rostros de quienes entraban, que muy pocos invitados se atrevían a franquear sus puertas”. EDGAR ALLAN POE “La máscara de la muerte roja” (Pág. 80)
Traducción Hugo Brown
Centro Editor de América Latina Buenos Aires, 1969