Es el típico caso de las selfies hogareñas, frente al espejo del baño, que en abrumadora mayoría -desde chicas de barrio populares hasta muchachas de clase media y ánimo aspiracional-, las chicas jóvenes (y no tanto) difunden para insinuar -o confundir, una oscura confusión en la subjetividad- lo que no son, o no parecen ser, o también oscuramente quizás deseen ser en su alienación desde lo digital.
Las imágenes de este posteo las compuse durante esta semana de mediados de febrero sobre originales analógicos registrados en película color, después digitalizados y, tras ello. trabajados con la intención de salir de la ilustración convencional de desnudo femenino. Llama la atención que hoy, en ese sentido, convivan dos modos de convencionalidad -mainstream, digamos- en materia de desnudo de mujer. Uno es el vulgar de siempre que, en general, inunda las redes sociales -y las redes, altamente moralizantes, las permiten y alientan, otra aparente paradoja- como una forma de emprendimiento personal, como si muchas -muchísimas- chicas creyeran que van a llegar a ser patronas capitalistas mediante la turgencia -la imagen- de su culo y sus tetas. Un concepto de vida bastante grosero que, creo, ha de causar mucho daño en la sociedad toda y que no tiene nada que ver con la liberalidad como emancipación de la sexualidad. Es todo un circo de mujeres que continúa sujeto al mercado. En este sentido, creo que los feminismos -en la práctica- han incidido poco y nada dado que el Destino del Capital no se ha torcido y, por el contrario, ha logrado más alienación y acumulación de ganancias que antes, en especial con el adueñamiento de las nuevas tecnologías comunicacionales. Es el típico caso de las selfies hogareñas, frente al espejo del baño, que en abrumadora mayoría -desde chicas de barrio populares hasta muchachas de clase media y ánimo aspiracional-, las chicas jóvenes (y no tanto) difunden para insinuar -o confundir, una oscura confusión en la subjetividad- lo que no son, o no parecen ser, o también oscuramente quizás deseen ser en su alienación desde lo digital. Que no es prostitución pero sí puede parecerlo y casi así se vende, con rasgos de esquizofrénica dualidad. El segundo modo de convencionalidad en desnudo o semidesnudo digitales en redes sociales, destinado también a la atracción o excitación sexual (la desnudez, cuanto más expresivamente es elaborada en la imagen, menos sexualizada biológicamente resulta), es el modo culo-tetas, nalgas-mamas de jóvenes rubias selfiadas junto a autos lujosos, ambientes de nuevos ricos y cabellos lacios rubios, todo como en un mundo lejano semejante a la Isla de la Fantasía. Nadie, o casi nadie, ha de consolidarse en ese mundo en la medida en que lo presentan, de modo siniestro, como sinónimo de la felicidad. Esta felicidad de becerro de oro es entendido como éxito y fama equivalentes a dinero. Es la demencia más siniestra del fetichismo del capital. La venta de los cuerpos como mercancías que permiten -o permitirían, así se vende- el acceso a lo celestial, una especie de paraíso que al parecer ya no se encuentra en las grandes religiones o ideologías y filosofías utópicas universales.
AMILCAR MORETTI