EL MIEDO, EL BOSQUE, LO OSCURO, LA NINFA EN EL BOSQUE, EL FAUNO TAL VEZ. EL MIEDO. NO EN TEMOR. EL MIEDO. EL MIEDO HUELE, SE HUELE.
Siempre interpreté -y no soy original, ni siquiera autor de la idea- que el bosque, a veces en los grandes cuentos literarios, es el lugar del miedo. El Miedo. Creo que lo pensaron Bruno Bettelheim y nuestro Mauricio Abadi en “El renacimiento de Edipo”. Creo. No es solo que en los caminos del bosque se pierda Caperucita, sino que el Miedo es como un bosque, una boscosidad oscura, impredecible, y aún de día lo es. Mirar hacia arriba la copa de los árboles, entre los rayos de luz que enceguecen y las ramas y hojas que se mueven, las nubes, los sonidos del viento, pájaros, ruidos lejanos, siempre me dio miedo. El Miedo -no el temor, no el simple miedo-, el Miedo en serio, ahí cerquita al Horror, a lo Siniestro, está más presente, fabricado o construido en algunas épocas que en otras, más. Una variante que no olvido nunca es la ensoñación de Iván en “La infancia de Iván”, la bellísima película del ruso Tarkovski. Creo que está acostado en la caja de un carro tirado por caballos, creo que pasa por un camino entre árboles altísimos que cierran en diagonal hacia arriba, creo que Iván mira el cielo y las copas de los árboles, creo que recuerda, revive momentos felices de infancia dorada y robada, el llamado paraíso perdido, o creo que ve los horrores de la guerra que ha vividio, que vive. Creo. Lo que me preocupa, me entorpece el sueño, de todos modos, es el Miedo. Miedo. Se siente el Miedo. Tiene olor. Se huele. Hay Miedo. (AMILCAR MORETTI)
