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“BULLY”. YO, AMILCAR MORETTI, TAMBIÉN SUFRÍ AGRESIVIDAD EN LA ESCUELA. Mi método. Y un filme hoy por la señal I-Sat de TV

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Siempre fui crítico de cine. Bueno, esto no es una crítica de cine. Mañana viernes, a las 14,20, por la señal I-Sat repiten “Bully”. Habla sobre el acoso por violencia física y psicológica entre adolescentes en escuelas norteamericanas. Causa suicidios. En una sociedad y cultura que priorizan la violencia -resuelve sus temas centrales con guerras, destruye naciones enteras, como Libia o Siria-, en una cultura y sociedad así el modelo es el poder de la violencia sobre el otro. No la solidaridad, la igualdad, el intento de justicia. Ah, también sucede en Argentina. 

 

 

                      No me da vergüenza decirlo. No me da vergüenza decir lo que hice para detener el acoso. Yo sufrí bullying cuando aún no se lo conocía por ese nombre. El acoso del miedo y de la agresión por parte del que, en apariencia, tiene más fuerza o poder. Lo voy a contar: YO, AMILCAR MORETTI, SUFRÍ DE ACOSO, BULLYING, BULLY, CUANDO NIÑO. No digo que mi solución y respuesta, que implementé solito con gran sufrimiento y miedo, sea la solución y respuesta para todos. En principio porque también incluye de mi parte un cierto grado de agresividad, que nunca es grata. No es grato para mí. Nunca lo fue. Pero mi soluciones las puse en práctica en defensa propia. Lo central, lo principal, concluí, era yo mismo: mis temores, mi acobardamiento. Hasta que un día me dije: “No voy a vivir con miedo por este imbécil que me agrede creyendo que no puedo articular mi defensa. Un idiota que cree que no puedo poner límites”. Además, yo sufría. Lo dejaba hacer y no dejaba de sufrír. El acosador ganaba cada vez más terreno, no se saciaba, al contrario. Se cebaba en aumento. Hasta que me dije: “Prefiero sufrir al defenderme que arrastrar este padecimiento de la huída y de mi silencio. No nací para siervo, ni él había nacido para amo. En cualquier caso, no conmigo.

 

 

 

                      Bueno, aquí va mi historia, de hace muchos años. El tipo, el pibe, el acosador se llamaba Fussari, y creo que después se hizo policía (¡madre mía! ¡Un torturador seguro!). Fussari se llamaba. Me acosó en la escuela primaria y después en el primer año del colegio secundario. Un día me harté de sufrir igual, siempre en retirada y dejándolo hacer, y me dije: “No. Si voy a padecer dolor, que sea haciéndole frente. Yo también puedo. Y si no es cara a cara, frente a frente, lo haré a mi manera. Pero Fussari debe saber que recibirá una respuesta. Debe saber que no le resultará fácil. Debe saber que le va a costar”.

 

                          Me pegaba. Me empujaba, sentado en el aula o en el recreo. Era gordo, grandote aunque niño, el doble que yo, que soy de estructura delgada. No me dejaba tranquilo. Yo temía. Le rehuía y él me buscaba. “Basta”, me brotó un día. “Me juego”, decidí. Hice esto: Esperé que se retirara un momento del aula. Abrí su bolso o cartera de escuela y tomé sus mejores apuntes. Los guardé en mi bolso. A la salida, en la calle, lo ví a unos diez metros y le grité: “¡Fusari, mirá!”. Y acto seguido lancé hacia arriba, al aire, como papel picado todos sus apuntes. las hojas volaron, se desparramaron. Fussari se sorprendió, dudó, no podía creer lo que al principio solo sospechó: que esos papeles eran sus valiosos apuntes. Y sí, eran sus apuntes. Bañaban toda la calle. No era grato lo que hice, pero fue mi defensa. Y para mi sorpresa -reconozco mi sorpresa- surtió efecto en la cabeza del idiota, que hizo ¡plop! y se desinfló para siempre.

 

               Confieso que imaginaba que iba a entrar en furia y que buscaría golpearme. No lo hizo. Pero ya había decidido: “Si me toca, mañana le destrozaré la cartera. No le daré tregua aunque yo renguee y ande con un brazo fracturado. No voy a darle tregua, me defenderé, fijaré mis límites. Que le cueste. Que todos los días sea él el que se levante y se pregunte: ¿Cómo se defenderá hoy Moretti?”.

 

                   Fussari se arrodilló delante de todos y comenzó a recoger sus hojas, las corría porque las llevaba el viento. Algunas estaban en el agua y barro del cordón. Yo reí, fuerte. Con  miedo, pero fuerte reí. Y ahí, de pronto, desapareció mi miedo. Al día siguiente, Fussari me miraba callado y sonreía leve como reconociendo que le había ganado. Sabiendo que era capaz de eso y de mucho más. Le había hecho saber a Fussari que podía saltar mis propios límites: que jugado por jugado, prefería redoblar la apuesta.

 

                Fussari, el gordo Fussari nunca más me molestó. Quizás siguió su destino: años después me enteré que se había hecho policía. Pero a mí no me molestó nunca más.

 

                      Esto fue hace muchos, muchos años. Surtió efecto. No predico mi acción. Solo la cuento a modo de ejemplo. Hay otros modos, otras acciones. Si es en grupo, mejor. A menudo el bulling lo ejercen en grupo. Hay que contarlo, hacerlo público, que todos lo sepan, que todos lo vean. Hay que reagruparse. Hay que pedir ayuda. Hay que articular la propia defensa.Sí aconsejo poner límites. No soy valiente. Tengo miedos. Pero también tengo coraje. Los temores que me interesan, esos los enfrento. Siempre se disuelven. Y yo lo hice solo, pero pueden intervenir compañeros y los adultos. Todos deben intervenir. Nadie debe ser indiferente. Y uno mismo ayudar a otro acosado. Dos siempre son más que uno. Acosar a dos o tres siempre es más difícil que acosar a uno solo. Eso es solidaridad, comunidad. Yo lo resolví solo y tuve suerte. Otros puede que no tengan mi suerte y sufran más. Algunos se quitan la vida. No hay que permitir que alguien sufra o se quite por la vida por un idiota, perverso o cretino. No hay que permitirlo. Es sencillo: ESO NO: Se dice: “ESO NO”. Y se sostiene la decisión de la mejor forma, con la acción más precisa y oportuna, no importa lugar ni hora, actuándola con las fuerzas y habilidades que cada uno tenga, o pueda aportarle al otro. Los adultos deben saber. Las autoridades deben saber. Hay que dar nombres. Que todos sepan, que nadie se diga inocente. Exigir que no sean indiferentes.

 

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Subido el 22 nov. 2009

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