MIS TRABAJOS Y DÍAS

CUATRO, CINCO, SEIS, SIETE VISTAS PARA ACOPLAR. NARRATIVA DE PIERNAS, VIENTRE Y PIES DE MUJER. IMAGENES Y TEXTO POR AMILCAR MORETTI

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                        El amor, he leído, es húmedo. Lo es. No ya por sus secreciones sino los efluvios y gotas que dejan correr y caer y fundirse con iguales corrientes de un lado al otro, mujer u hombre. Una vez, recuerdo muy bien, una chica de sexo pago me señaló, al cabo, que estábamos transpirados. Y agregó: “Mejor, es señal de que hubo disfrute”. Algo no frecuente en el intercambio genital en el mercado del sexo pago.

 

                          Según Michitaro Tada (1) hace mucho tiempo las mujeres de Japón se sentían avergonzadas por percibir que sus piernas eran cortas, es decir, que el torso -más largo- lucía una desproporción. No obstante, tanto piernas como pies eran para exclusiva exhibición de los esposos, en espacios íntimos. Sobre el culto de los pies femeninos en Japón bastante se ha escrito y difundido, mezcla de leyendas y realidades. En Europa después se aludiría a la proclividad al fetichismo aunque esto sea relativo a cada cultura y pueblo. Siempre y mientras que un pie de mujer no reemplace a la mujer toda puede decirse que el tema fragmentador no pasa de ser un juego inofensivo que incrementa o estimula el disfrute de los cuerpos y afectos.

                           Ya con gravedad, hoy domingo 24 de Marzo las Madres y Abuelas de Plazo de Mayo de la Argentina, marcharán trece kilómetros a pie hasta el centro de Buenos Aires para no dejar de recordar el siniestro plan cívico-militar-religioso instaurado en 1976 con el objeto de hacer desaparecer, previa tortura y violación, al menos a 30 mil argentinos.  En ese momento, el fetiche no eran los pies femeninos sino la picana eléctrica, según dicen inventada por un comisario argentino de nombre Alsogaray para pasar corriente eléctrica por el cuerpo de las prisioneras ya sea para obtener información o, simplemente, atrozmente, para obtener un goce tanático, una especie de orgasmo con la muerte -y no con la vida- a través de la condición sexualizada de los humanos. Aún en el mismo gobierno actual, electo por el 57 por ciento de los votos, no son pocas las autoridades que, sin mencionarla, implican en sus dichos los “beneficios y ventajas” de la picana eléctrica contra prisioneros políticos y sociales indefensos o también presos por delitos comunes.

Imagen compuesta por AMILCAR MORETTI. marzo del 2024. BUENOS AIRES.

                                     El salto de una esfera a otra es brusco y choca, tragedia de por medio y futuro incierto y temible:  de la Muerte y la Tortura al disfrute de los cuerpos y el refinado placer erótico, este último una detallada disciplina que lleva tiempo incorporar no ya con técnicas sino con sensibilidad y emociones, ternura y suavidad. Allí intervienen la palabra secreteada y las fragancias, perfumes y olores que comunican los dos cuerpos, me refiero al varón delicado sin feminizaciones amaneradas y la hembra, la mujer que con sus piernas enlaza al varón y con sus pies se introduce en recovecos, ambos con los vientres y pelvis pegados, amasados, transpirados. El amor, he leído, es húmedo. Lo es. No ya por sus secreciones sino los efluvios y gotas que dejan correr y caer y fundirse con iguales corrientes de un lado al otro, mujer u hombre. Una vez, recuerdo muy bien, una chica de sexo pago me señaló, al cabo, que estábamos transpirados. Y agregó: “Mejor, es señal de que hubo disfrute”. Algo no frecuente en el intercambio genital en el mercado del sexo pago.

                           Otra vez una modelo muy bonita y delicada, extranjera, proveniente de un país hermano del norte del subcontinente, al avanzar con mi mano sobre una de sus piernas para registrar una imagen fotográfica que contrastara la piel dorada, joven y tersa de ella con el dorso de la mano madura, nervuda, con marcada de venas cavernosas, me paró en seco y me dijo que no siguiera. Me detuve y pregunté porqué, si eso estaba acordado en el contrato previo firmado. Me contesto que su marido había autorizado que solo podía posar mi palma sobre sus pies, hasta el tobillo como máximo, o bien apretar sus largos y delgados dedos. Un límite, un recaudo, una preocupación de la pareja masculina. Comprensible y a la vez derivada de la antiquísima costumbre japonesa de esconder y empequeñecer los pies de las mujeres, solo para el solaz del esposo en la intimidad.

                           Creo que no produce el mismo goce el diamante de todos que el diamante de propiedad privada con el cual se puede jugar y manipular y hacerlo rodar. El placer tiene posibilidades de desarrollarse con más intensidad si es un secreto entre dos, que no se revela, no se cuenta. Es ese secreto confidencial que guarda al placer mutuo como un diamante o una esmeralda guardadas en el cajón imperceptible de un mueble de dormitorio que se ilumina sólo y lanza un resplandor cuando el cajón se desliza para ver la joya, la piedra preciosa, los muslos de mujer, sus piernas, su vulva. Una vulva y vagina en la mesita de luz siempre a mano para sentirse amparado, refugiado, y la mujer valorar que lo suyo puesto en su cuerpo y resguardado por siete llaves es tan valioso que nada puede oponerse ni hacerle frente. La vagina siempre ganará.

Imagen compuesta por AMILCAR MORETTI. marzo del 2024. BUENOS AIRES.

 

Imagen compuesta por AMILCAR MORETTI. marzo del 2024. BUENOS AIRES.

(1) MICHITARO TADA. “Karada. El cuerpo en la cultura japonesa”. Ed. Adriana Hidalgo. Buenos Aires, agosto del 2010. Páginas 277 en adelante.

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