Cuando para esta misma época del 2010 -poco antes había lanzado este magazine EROTICA DE LA CULTURA en formato blog- se hizo por primera vez una exposición de las contravertidas fotografías del neoyoquino ROBERT MAPPLETHORPE (1946-1989), se cuidó con calculada (y comprensible) prudencia por el carácter movilizador e inquietante que para algún público suele tener la exhibición de imágenes de genitales, femeninos y, quizás más aún, masculinos. Se sabe que Mapplethorpe, un joven creador relacionado con Patti Smith y con Warhol y su generación de renovadores, tenía predilección no solo por los retratos y flores (estas últimas con altas connotaciones sexuales, quizás heredadas de Georgia O´Keeffe, considerada la única pintora por excelencia estrictamente estadounidense). También su fuerte era el desnudo, otorgándole especial importancia al masculino. Le atraían los hombres afro-norteamericanos, de cuerpo fibroso y musculado y con su pene a la vista, muchas veces erecto o en semitumescencia.
Habemos algunos que pensamos que el común más o menos informado considera que lo pornográfico tiene un límite: comienza cuando aparece un pene erecto, o la unión en plano detalle de un pene más allá de la vulva, es decir, introducido en la vagina. Claro que todo es relativo y subjetivo, en particular en una cuestión como esta en que interviene lo moral promedio y no lo estrictamente expresivo, o «estético» (las comillas van a cuento sobre ciertas dudas existentes sobre la supervivencia actual del arte y la estética como filosofía ligada al mismo).
Entonces, para algunos una vulva es porno, y más aún una vulva dilatada y entreabierta. Lo que en un libro de medicina o anatomía es simple pedagogía, en una muestra de galería o museo, o en una publicación (según sus características visibles) pasa en bloque a ser pornográfico. Es el caso de Mapplethorpe, que ya en 1989 suscitó en Estados Unidos una «gran prohibición» que tuvo derivaciones en casos posteriores, ya por autocensuya, ya por censura.
Sobre lo dicho consigno tres fotografías de Mapplethorpe (quien estaba acostumbrado de retratar a figuras de prestigio intelectual o cultural como la citada Patti Smith, Susan Sontag, William Burroughs, Louise Bourgeois, Carolina Herrera, Andy Warhol, Annie Leibovitz o Cindy Sherman, cuyas imágenes es posible que perduren gracias a él), tres fotografías de desnudo o semidesnudo donde el pene es el detalle que concentra la mirada. Primero, un plano detalle. Después un plano medio o tres cuartos. Y un plano general, en términos cinematográficos. Es probable que el que más perturbe sea el plano detalle o primer plano, por lo cual para algunos se trata del límite que indica el ingreso en la pornografía, lo cual es muy discutible en este caso, por razones que indico más abajo.



Queda pendiente si el primer plano o plano detalle del pene registrado por Robert Mapplethorpe puede ser considerado pornografía. Me inclino por excluirlo de dicho género, que asume otras realizaciones y formas así como otros contenidos y sentido. Para la mentalidad con mirada y percepción limitadas del público no ilustrado, es sin duda pornografía cualquier mostración de genitales, o aún de zonas del cuerpo cercanas a ellos (las nalgas, por ejemplo) o del vello púbico (y hasta axilar). Es un simplismo, un vulgarismo perceptivo, del conocimiento y del gusto y el juicio. El arte es mucho más que eso, va mucho más allá, y muchas veces es otro asunto no relacionado con la vida o mirada promedio del ciudadano común o aún medianamente informado.
No trato de suponer elitismo y selectivades en quién mira y reconoce o niega al arte o el arte «pornográfico» (he visto algunas imágenes de genitalidades y coitos diversificados que tienen un valor dramático ciertamente severo, que lo distancia del género). No, nada de eso. Por otra parte, en su estupendo y recomendable ensayo «La ceremonia del porno» (Anagrama. España, 2007) Andrés Barba y Javier Montes en un momento de sus 200 páginas me parece que zanjan la cuestión de manera muy simplista al intentar diferenciar arte y pornografía. Afirman algo así como que si es arte no puede ser pornografía, y si es porno no puede ser artístico. Mantengo mis dudas. Me parece haber percibido -ante imágenes, fotos, películas, dibujos- que en algunas temáticas por su tratamiento la diferencia no es cortante y que hasta pueden funcionar las dos géneros juntos, o bien no es pornografía (y para otros ojos, lo es o lo percibe así). La prueba del estímulo o reacción sexual-genital en el espectador no es válida: «Venus en el espejo» de Velázquez puede ser singularmente excitante para el espectador, o bien una viñeta de los grandes dibujantes Manara o El Tomi.
A mi intender, como conocimiento y según lo que busco y exploro como creador y autor de fotografías de desnudo femenino, lo que vale hoy -ante la duda de la existencia del arte -es una forma especial de dramatismo que se define ante todo por la tensión y el conflicto, que no deben asociarse con peleas, violencias, imprescindibles sufrimientos o confrontaciones que muevan al llanto. Hablo de un dramatismo que actúa como interpelación del espectador y el público, una tensión que ponga en duda al que mira, que lo atraiga y lo rechace, que lo sitúa en zona de conflicto o molestar. Y eso no necesariamente es pornografía ni erotismo. Creo que en esta zona se sitúa lo mejor de lo más explícito y demostrativo genitalmente por Mapplethorpe. En cualquier caso es un tema a debatir y no a prohibir, una cuestión a debatir desde lo expresivo y no desde la moral vulgar o la conveniencia según los prejuicios y pruritos melindrosos del espectador, el público, el esponsor, el inversor.
Otras imágenes de Mapplethorpe que, sobre el cuerpo humano, se acercan más a lo convencional aceptado de lo «escultórico», típica y centenaria coartada para disipar dudas morales mediante el seguimiento de la escultura clásica y el modelo vivo, acrobático, armónico, de ballet, para nada discordante. Aquí creo que Mapplethorpe es menos «revolucionario»:



Los «intermedios» de Mapplethorpe, no debatibles ni prohibidos pero igualmente valiosos (la censura no garantiza valor expresivo o estético al producto censurado, sino que es solo, autoritariamente, una sanción o castigo moral doloroso por cierto, como el exilio), digo, en los intermedios es donde, quizás, se encuentre al artista en sus expresiones más equilibradas, singulares, reconocibles, renovadoras, diferenciadas para un antes y un después de Mapplethorpe en la fotografía y el llamado arte.
Consigno solo unos pocos ejemplos:




Las fotos de este post fueron tomadas de ese magnífico y recomendable sitio web llamado CULTURA INQUIETA:
